El Estado de Excepción que puso en marcha el presidente salvadoreño frenó la violencia. Detuvieron a más de 84 mil personas y se militarizaron las calles. Una recorrida por el CECOT, que tiene capacidad para 40 mil personas. “Acá están alojados asesinos seriales”, describe su director, en diálogo con Andrés Klipphan para Infobae
Alex Alfredo Abrego Abrego tiene 48 años. Cabeza rapada, cuerpo tatuado. Viste una remera y pantalón corto blanco, como el resto de los casi dieciocho mil internos que alberga el Centro de Confinamiento del Terrorismo (CECOT), la cárcel de máxima seguridad de El Salvador, la más grande e imponente de América Latina y el Caribe. Tiene capacidad para cuarenta mil condenados. El interno, al que le espera una condena de más de 1.500 años, está alojado en el presidio hace unos dos años. Los juzgan por haber participado en “500 asesinatos, secuestros y extorsiones”, delitos aberrantes.
Un pandillero encerrado en el CECOT. El Estado de Excepción en El Salvador restringe derechos y garantías individuales como la libre reunión y la inviolabilidad de la correspondencia y las comunicaciones, y faculta las detenciones sin orden judicial Cortesía de Gobierno de El Salvador
Lo trasladaron a la habitación donde lo voy a entrevistar esposado de pies y manos. Su mirada ya no intimida. No trasmite vida ni sentimientos. Su voz, baja, es monocorde. Es un hombre quebrado por el sistema de Justicia que implantó hace poco más de mil días el presidente Nayib Bukele, un joven 43 años que ganó su reelección por otros cinco años de mandato con el 84,65% de los votos válidos.
Los salvadoreños lo veneran. Agradece la libertad de haber combatido a las maras, a los pandilleros que, como Alex Alfredo Abrego Abrego, implantaron un estado de terror. Eran los dueños de la vida y la muerte.
Un pandillero encerrado en el CECOT. El Estado de Excepción en El Salvador restringe derechos y garantías individuales como la libre reunión y la inviolabilidad de la correspondencia y las comunicaciones, y faculta las detenciones sin orden judicial Cortesía de Gobierno de El Salvador
El 27 de marzo de 2022, tras una jornada sangrienta en la que se llegaron a superar los 60 homicidios, el mandatario, de profesión publicista, decretó el Estado de Excepción, en virtud del cual se permitía un mayor despliegue policial y militar en las zonas más conflictivas del país y la detención de toda aquella persona sospechosa de pertenecer a las maras.
El Estado de Excepción en El Salvador restringe derechos y garantías individuales como la libre reunión y la inviolabilidad de la correspondencia y las comunicaciones, y faculta las detenciones sin orden judicial.
A partir de ese día, y a través de una serie de decisiones que tomó el gobierno de Bukele, el país pasó de ser el más inseguro del mundo, al segundo más seguros. Supera por un punto porcentual a países como Suiza, Islandia o Luxemburgo, en donde el 87 por ciento de sus ciudadanos dicen sentirse seguros caminando solos por la noche. Así lo destaca el Informe de Seguridad Global publicado por la consultora Gallup.
El cien por cien de los habitantes de país caribeño entrevistados por este cronista no dudaron en ponderar las medidas extremas aplicadas por Bukele. Para ellos, el mandatario les devolvió la “libertad” y por eso agradecen a “Dios”, al “Presidente Bukele” y a “Dios por el Presiente que nos mandó”.
Belarmino García, director del CECOT, explica el rígido funcionamiento de la cárcel de máxima seguridad Cortesía de Gobierno de El Salvador
Las calles y los barrios está militarizados. El Ejército y la Marina patrullan las 24 horas del día junto a la policía. Actúan en conjunto. Los vecinos los saludan y no quieren que dejen de hacerlo.
Organismos de Derechos Humanos acusan a Bukele de violar las convenciones internacionales, de no respetar el debido proceso. El 92% de los habitantes del país no lo ve así y temen que, sin su actual presidente, los pandilleros salgan de su encierro, se reagrupen y vuelvan a secuestrar, matar, extorsionar. Ser dueños y señores de un país que ahora está en reconstrucción.
“Monumento a la justicia”
“El Salvador es un faro de luz para más de 660 millones de latinoamericanos que al igual que nosotros fueron contaminados con leyes perversas para que nunca esos estados de derecho les ganaran la batalla a las organizaciones criminales”, dice el ministro de Seguridad Pública de El Salvador, Gustavo Villatoro, el hombre más fuerte y destacado del gabinete de Bukele.
También explica que “eso se logra haciendo un estudio real de aquello que pasó en este país durante cuarenta años y entender bien este fenómeno”.
La entrevista que concedió Gustavo Villatoro a Canal 26, y que ahora publica Infobae de manera exclusiva, la realice mientras caminamos por La Campanera, un barrio cuyas casas fueron tomadas por las maras y que ahora fueron devuelta a sus dueños o los deudos porque muchos fueron asesinados por las mafias.
Los detenidos “asesinos seriales” están expuestos las 24 horas y duermen en una plancha metálica
“Cómo todo principio de guerra, no se le levanta la mano al enemigo mientras no se lo conoce en detalle, y eso es lo que logramos hacer durante los primeros tres años del gobierno del presidente Nayib Bukele para estar listos al momento en el que teníamos que reaccionar”, explica el funcionario.
Desde que se impuso el Estado de Excepción en El Salvador, se encarcelaron a más de ochenta y cuatro mil personas. De ese total, más de trece mil están presos en el Centro de Confinamiento de Terroristas.
Allí, las luces están encendidas las 24 horas. Los reclusos duermen en una plancha metálica sin colchón. Se higienizan en un piletón con agua dentro de la celda en la que conviven más de 40 reos. No tiene intimidad ni cuando utilizan el inodoro que está expuesto a la vista de los militares y policías que los observan a menos de dos metros de manera presencial.
Los mareros permanecen encerrados veintitrés horas y media. Los treinta minutos restantes los llevan encadenados al cetro del pasillo para realizar ejercicios de estiramiento. Una vez que ingresan a ese sistema, no pisan el exterior ni reciben visitas. “Estos asesinos seriales perdieron todos sus derechos”, afirma el jefe del penal.
“Lo que muchas veces la comunidad internacional no entiende es el nivel de violencia que aplicaban estos asesinos seriales a los que nos estábamos enfrentado”, dice Gustavo Villatoro, Ministro de Seguridad Pública de El Salvador (Cortesía del Gobierno de El Salvador)
El CECOT, recuerda Gustavo Villatoro, “está diseñado para los miembros de estas organizaciones terroristas, para esos asesinos seriales”.
– ¿Y allí se violan los derechos humanos, como se acusa al gobierno?
– Lo que muchas veces la comunidad internacional no entiende es el nivel de violencia que aplicaban estos asesinos seriales a los que nos estábamos enfrentado y el CECOT representa el monumento a la justicia jamás construido. Como autoridades estamos haciendo el trabajo necesario para que el que entre ahí no salga caminando nunca.
El funcionario refuerza la última frase con una seña de su mano derecha como trazando una línea en el aire.
“Juntos contra los criminales que asesinan masivamente y se creían dueños de nuestros países y sociedades”, describió la integrante del gabinete del presidente Javier Milei y dijo: “Nuestros presidentes, juntos para combatir a las mafias y llevar la paz a nuestros países”.
Una de las ideas de Bullrich y el gobierno de La Libertad Avanza es replicar “el modelo Bukele” en el país y construir una cárcel de extrema seguridad como el CECOT para delincuentes de alta peligrosidad, como los integrantes de bandas narcos rosarinas.
Los detenidos “asesinos seriales” están expuestos las 24 horas y duermen en una plancha metálica
“Maté a quinientas personas”
“Estoy encerrado porque cuando era un joven yo cometí un error: haberme hecho pandillero”, me dice Alex Alfredo Abrego Abrego.
Su voz es apenas audible. Está incómodo. Pero el jefe del CECOT, Belarmino García, le ordenó que durante cinco minutos responda las pregunta que le iba a realizar este cronista.
Fotografía cedida por el Gobierno de El Salvador donde se observa a la ministra de seguridad de Argentina Patricia Bullrich junto al ministro Gustavo Villatoro
Recorrer las instalaciones de ese lugar de confinamiento intimida. Para ingresar, el cuerpo es escaneado por un sistema 3D cuyas imágenes son analizadas por un especialista ubicado en otra habitación. Es imposible que, a lo “Papillon”, una persona ingrese con un objeto extraño alijado en algún orificio.
Los inhibidores bloquean cualquier tipo de señal. Los reos no solo no tiene acceso a un teléfono: a partir de su ingreso, pierden contacto con sus seres queridos. Sólo pueden hablar con su abogado de manera virtual y en una sala especialmente acondicionada.
Poner un pie en esa mole de cemento significa no volver a pisar el exterior. Las luces están encendidas las veinticuatro horas de los trescientos sesenta y cinco días del año. Y por el resto de su encierro -de sus vidas- comerán los mismo: un puñado de arroz, dos tortillas de maíz y una sopa de fideos. Cero proteínas.
Allí, según Gustavo Villatoro, se alojan “asesinos seriales” que pertenecieron a las diferentes pandillas que por más de veinte años sembraron el terror en el país como la Mara Salvatrucha y la Barrio 18. Eran los dueños de la vida y la muerte de los salvadoreños. Ambas facciones antagónicas habían establecido “fronteras” en las áreas que controlaban. El ochenta por ciento del país.
Se financiaban a través de extorsionar a los comerciantes, secuestrando a acaudalados empresarios -o no tanto- y con el narcomenudeo: todas actividades desmontadas por las autoridades. Tomaron el control territorial después del fin de la guerra civil que duró doce años (entre 1980 y 1992) y se les atribuyen 120 mil muertes, más de las que hubo en el conflicto armado, 75 mil.
Las torres de vigilancias tienen 12 y 15 metros de altura Cortesía de Gobierno de El Salvador
Alex Alfredo Abrego Abrego responde a las preguntas encadenado. Recuerda que ingreso a la Mara Salvatrucha 13 (MS13) “a los 14 años”, y que a partir de entonces “fui escalando posiciones”. Para eso, primero, debía soportar una golpiza de dieciséis segundos. A ese acto pandillero de iniciación lo llaman “brincar”.
En el barrio La Campanera, por ejemplo, “las brincadas” las realizaban en un pequeño baldío ubicado en el centro del lugar. En las paredes que lo rodean aún se pueden ver los balazos, pruebas mudas de ejecuciones.
El segundo paso que debía sortear el aspirante a marero era asesinar a un salvadoreño. Ni importaba si era de la pandilla contraria o una niña. Así se iniciaban los sicarios como Alex Alfredo Abrego Abrego.
El 50% de las humildes casas de La Campanera -allí viven unas diez mil personas- ya fueron reacondicionadas con la ayuda del Estado. Ese barrio popular fue uno de los tantos tomados en El Salvador por los mareros.
La Campanera, ubicada a unos 15 kilómetros de la ciudad de San Salvador, arrastra historias violentas. El 2 de septiembre de 2009 fue masacrado por al menos cinco integrantes de la Mara barrio 18 el periodista franco-español Christian Poveda.
Documentaba la violencia pandillera en el país centroamericano, pero quizás nunca imaginó que quienes acabarían con su vida fueran los mismos a los que intentó ayudar para que salieran de la “vida miserable en la que habían nacido”, según sus propias palabras.
Según los expedientes judiciales, Alex Alfredo Abrego Abrego era un pandillero que ejecutaba la extrema violencia. Mataba sin piedad.
El director del CECOT muestra los tatuajes de los pandilleros detenidos Cortesía de Gobierno de El Salvador
– ¿Cuántos años pasaron desde que te iniciaste en la MS13 hasta que te detuvieron?, le pregunta este periodista al hombre que, nervioso, no deja de tocar las cadenas que conectan a las esposas sobre sus muñecas y tobillos. El asesino -según los jueces- evade la respuesta directa, pero revela otras acciones.
– Casi… ha sido un calvario andando dentro de la pandilla. Participé y presencie, persecución, encarcelamiento, aniquilamiento, torturas y muertes que he visto a mi alrededor.
– ¿Y vos que hacías?
– Por mi trabajo tuve que ascender del menor grado al mayor grado. Para ser un buen miembro hay que obedecer a la pandilla. Y hacer todo lo que una pandilla hace como crímenes, violaciones, secuestros, extorciones, reclutar miembros, distribución de drogas sicariato, etcétera.
– ¿Y a cuantas personas mataste?
– Me he visto involucrado en múltiples delitos de homicidios y otros delitos.
– ¿Pero cuantos?
– Estoy involucrado en un tema a resolver que son quinientos homicidios.
Así controlan desde el centro de comando a los pandilleros detenidos en la cárcel de máxima seguridad salvadoreña y la más grande de la región (REUTERS)
– ¿Y cuantos años de prisión va a significar eso?
– Si llegáramos a ser culpables quizás toda la vida. Hasta salir un cadáver de este lugar. Aunque yo me arrepienta y le pida perdón a la sociedad entera, el delito está cometido y tengo que pagar las consecuencias. Tengo que vivir lo que estoy viviendo.
“Sujetos psicópatas, asesinos seriales”
Al mediodía, presos comunes de otras cárceles destinados a realizar diferentes actividades para las que se han especializado comienzan a repartir las viandas redondas con los alimentos para los pandilleros.
Belarmino García abre y muestra a cámara uno de los envases dividido en tres triángulos y explica: “Este es el menú para la población privada de la libertad, arroz, pasta y dos tortillas de las que se utilizan para hacer tacos. Este es el menú permanente. Pollo y carne no existe. No existe el balanceo de la comida. El desayuno es igual al de la cena, son frijoles, queso o crema y tortilla. No cambia. No tienen proteínas, solo carbohidratos”.
El director del CECOT me da la espalda, se agacha, deja el recipiente y toma un vaso transparente con tapa. Lo abre y me dice: “La bebida es un refresco artificial”.
– ¿Qué características tienen los presos del CECOT?, le pregunto a Belarmino García, un hombre de baja estatura, vestido de negro y con gorra del mismo color con la identificación del lugar en letras blancas. Habla según la acusación de los magistrados que decidieron el destino de los reclusos.
– Los que tenemos acá son sujetos psicópatas, asesinos seriales. Sujetos que no solo privaban de libertad a sus víctimas, sino que antes de asesinarlas las torturaban, las mutilaban en las enterraban en fosas clandestinas, ese es el tipo de sujetos que nosotros tenemos encerrados en el Centro de Confinamiento del Terrorismo.
El director del CECOT usará el termino impersonal de “sujetos” cada vez que se refiere a los “terroristas” detrás de las rejas.
La recorrida por el penal de máxima seguridad de El Salvador es una experiencia abrumadora. El 100% de los salvadoreños entrevistados por quien escribe esta nota no dejan lugar a dudas sobre el apoyo que tiene el gobierno de Bukele con las medidas que tomó contra los mareros que azotaban al país.
No hubo una sola persona, ya sean hombres, mujeres, ancianos o jóvenes que no apoyaran el Estado de Excepción que ya cumple más de mil días y desde que fue impuesto y que limita las garantías constitucionales.
Los únicos 30 minutos diarios que los detenidos tienen para salir de sus celdas
“Dignidad soberana e independiente”
Los funcionarios de Bukele a los que entrevisté en El Salvador remarcan que “las Maras se trasformaron en un Estado paralelo”. El ministro de Seguridad Pública, por ejemplo, recuerda: “Tenían el control de más del ochenta y cinco por ciento del territorio salvadoreño. Tenían secuestrado a más de seis millones de salvadoreños. Entre miembros directos y colaboradores había más de cien mil integrantes de las diferentes organizaciones terroristas. Un fenómeno porque los seis gobiernos anteriores, cuatro de derecha y dos de izquierda fueron incapaces de enfrentar este flagelo desde una dignidad soberana e independiente”.
Al respecto, analiza que esto sucedió porque cada uno de esos presidentes “se dedicaron a escuchar a un 3% de ciudadanos enamorados de organizaciones de derechos humanos que defendían a estos criminales y se olvidaron del 97% de sus votantes, de sus ciudadanos, de sus generaciones”.
“En este país era característico el monopolio de los medios tradicionales que iban en sazón de los que estas organizaciones internacionales mencionaban y fue algo que el presidente Bukele casi les reventó en la cara y develo al mundo, que este tipo de organizaciones no velan por los derechos de las víctimas como ellos se venden. Aquí en El Salvador vinieron a demostrar realmente quienes son, son organizaciones enamoradas de criminales que quieren mantener a nuestros países pobres y violentos”, sentencia.
El Salvador es otro país que abrió paso a gobernantes que no estaban en el radar de la política. Pero los ciudadanos vieron en ellos el valor de enfrentar los principales problemas que otros no pudieron resolver, ya sea la inflación, la inseguridad, la falta de empleo, el terror del narcotráfico o las pandillas.
A Nayib Bukele, un mandatario con más del 90% de imagen positiva hay que colocarlo en ese lugar, un outsider de la política que llegó a los más alto del poder por la democracia desfondada de El Salvador.
Al anochecer, y ya a varios kilómetros del CECOT, las casas y plazas principales del país se iluminan con luces y motivos navideños. “Hacía muchos años que no venía a la plaza histórica a ver el árbol. Esto estaba tomado por los pandilleros y hoy mire…”, me dice Hermelinda, una mujer de 83 años sentada en silla de ruedas. Habla y sus ojos se humedecen. Ella también agradece a Dios y Bukele y a Dios por Bukele.
“Esta es una victoria demasiado sorprendente que está ahí cerca. Que quede claro que la gloria es para Dios y que es de Dios. Nosotros, los seres humanos, tenemos la dicha de ser instrumentos de Dios todos nosotros para llevarle paz, libertad y felicidad al pueblo salvadoreño”.
El mensaje fue trasmitido por Nayib Bukele a través de su red social X. Sus palabras están ilustradas con imágenes de un dron en horas del amanecer que terminan con una imagen lejana del él sobre un escenario de alfombra roja. Detrás de su delgada figura seis banderas salvadoreñas. Al frente, cientos de militares formados en perfecto orden.
Son los mismos que hacen cumplir el Estado de Excepción y vigilan, las veinticuatro horas del día, los trescientos sesenta y cinco días del año a pandilleros como Alex Alfredo Abrego Abrego.
– ¿Qué le decís al que te está viendo ahora?, pregunto al límite de los cinco minutos de tiempo que me dio el director del CECOT para dialogar con un ex sicario de la Mara Salvatrucha 13.
-Que se arrepientan y que no se metan en delitos que van a vivir una eternidad encerrados como yo si no obedecen las leyes de Dios y a las leyes terrenales.
Los únicos 30 minutos diarios que los detenidos tienen para salir de sus celdas