La policía brasilera realizó 16 allanamientos mientras investigan si los grupos del crimen organizado pueden ser la mano invisible detrás de las pinzas que muy pocas veces tienen suficiente fuerza para capturar un muñeco.
Río de Janeiro, ya conocida por sus asaltos callejeros, políticos corruptos, milicias despiadadas y tiene un nuevo enemigo público: los peluches. O, más específicamente, las máquinas con forma de pinzas o garras controladas por joystick que los dispensan.
En la Argentina estas máquinas proliferan en los centros comerciales, supermercados, y galerías.
Estas máquinas provocan euforia tanto en niños como en adultos. Pero defraudan a los usuarios que creen que capturar animales de peluche es una prueba de habilidad. De hecho, son juegos de azar, como las máquinas tragamonedas, y por lo tanto ilegales.
No sólo estaban llenas de peluches falsificados, sino que un análisis posterior de su programación descubrió que sólo permitían ganar después de un número determinado de intentos.
Facilitar estos enganches esporádicos y exitosos se produce por una corriente eléctrica que alimenta las pinzas, que de otro modo estarían debilitadas, para que se aferren con suficiente fuerza a su premio, según el comunicado.
Esa programación no se revela a los usuarios ingenuos, incluidos los niños que gastan su dinero en lo que en realidad es una apuesta al azar.
