Tal vez porque se necesitan mutuamente para ser más competitivos, ambos referentes están jugando a las escondidas con su decisión sobre las presidenciales, pero con ello generan confusión y dispersión en sus respectivas coaliciones. Por qué los costos serán mayores para la oposición.
Cristina Kirchner va a volver a hablar en público esta semana, pero pocos creen que vaya a despejar las dudas que existen sobre lo que planea hacer, si va o no a ´desproscribirse´. Deja hacer por ahora a quienes motorizan el operativo clamor por su candidatura, aunque se niega a participar del mismo, cosa que no digan que es obra suya, y nadie crea que está simplemente esperando a que los demás dirigentes peronistas sufran el rigor de su ausencia y clamen por su postulación.
Mientras tanto, sigue empecinada en desmentir lo que ha quedado judicialmente comprobado sobre las prácticas sistemáticas de corrupción en sus anteriores gobiernos, y en dar clases sobre instituciones políticas, economía bimonetaria y otras asuntos intelectualmente desafiantes, los temas que tocará cuando reciba el viernes un honoris causa, que no es por la causa Vialidad. Como para dejar bien en claro que su mente es tan esclarecida que no podría nunca quedar atada a los delitos que le achacan, o a las miserias y fracasos del gobierno que armó y comparte todavía con Alberto Fernández.
Macri, por su parte, había prometido hace tiempo que marzo era la fecha límite para dar a conocer su decisión sobre la posibilidad de volver a competir por la presidencia, pero el mes avanza y cada vez queda más claro que va a estirar su indefinición, a la espera de vaya a saber qué impulso externo en una u otra dirección que lo convenza, una revelación celeste, la lectura de la borra del café, o más probablemente el agravamiento de la crisis económica. Este último factor, que pareció aventarse a mediados del ´22, está de vuelta rondando en estos días, debido a la sequía, la recesión y la aceleración inflacionaria, mucho más contundentes que cualquier parche financiero que invente Massa. Así que es comprensible que el expresidente prefiera esperar, tal vez hasta la fecha misma de inscripción de las candidaturas.
Difícil saberlo a ciencia cierta, pero puede sospecharse que esas dos incertidumbres se estiran también porque dependen una de la otra. El destino de los dos politicos que más protagonismo tuvieron en la última década siempre estuvo entrelazado, y es lógico que lo siga estando ahora, que el final de sus respectivas carreras se presenta como una posibilidad más concreta, tal vez inminente.
Probablemente si Macri decidiera descartar definitivamente lanzarse, Cristina se vería más inclinada, o incluso hasta forzada, a hacer otro tanto. Y viceversa. Porque una competencia entre dos modelos clásicos tiene algún sentido, pero no una carrera entre una carroza y un última generación, perdería al menos buena parte de su belleza y su justificación.
La espera y el armado político
Claro que, para sus bases de apoyo, la espera no es inocua. Y lo es aún menos para Juntos por el Cambio, porque son los que más tienen para perder.
Como Macri y Cristina Kirchner juegan a las escondidas, todos los demás aspirantes de sus fuerzas quedan en una condición precaria, hasta tanto se sepa si los máximos referentes compiten o no, y no solo porque no se sabe a quiénes esos referentes apoyarían y a quiénes desplazarían, sino también porque nadie puede saber con quién o contra quién les tocará competir. Alberto, Horacio o Patricia pueden jurar y perjurar que ellos van a competir igual, pero muchos no les creen. Las chances de formar alianzas internas se mantienen entonces en espera, a ver quién se valoriza y quién se devalúa. En suma, todo es provisorio, y a todos les conviene mantener sus opciones abiertas.
De allí que se hayan multiplicado en los últimos tiempos los posibles competidores y ninguno se fortalezca. En el PRO, sin contar a Macri, hay tres, en la UCR dos, y si sumamos a Carrió y Pichetto tenemos que solo en JxC se podrían terminar presentando siete aspirantes, una locura. El costo que esta situación implica para la coalición opositora es incalculable, y se agrava a medida que pasa el tiempo, el clima preelectoral va tomando cuerpo, y la situación no se ordena, por lo que la confusión que se transmite a los votantes se vuelve más patente y más injustificada.
En cuanto al FdeT, también hemos visto en las últimas semanas cómo se reproducen los aspirantes como hongos. Lo tenemos a Alberto Fernández, claro, pero también se ha anotado Scioli, y no termina de desanotarse Massa, por el lado ´moderado´, mientras que en representación del kirchnerismo contamos al menos a De Pedro y Capitanich, porque a Kicillof cada vez resulta más difícil sumarlo, de lo decidido que está a competir por algo que en serio tenga chances de ganar. Nada menos que cinco aspirantes para compartir encima muy pocos votos, ya que entre todos no llegan a veinticinco puntos.
Aunque esta penuria del oficialismo puede ser, en este contexto de tanta incertidumbre, una ventaja relativa. Porque un liderazgo débil y fragmentado, cuando el peronismo va camino a pasar en unos meses al llano, seguramente le traerá menos problemas que los que puede estar comprándose para el futuro próximo, con similar grado de fragmentación, la coalición hoy opositora.
Imaginemos lo que puede resultar de estirarse mucho más la situación reinante en la interna de JxC. Tal vez a la larga pase lo que todos preveían ya hace meses, que Patricia y Horacio terminen monopolizando la escena, y polarizando entre ellos para convocar en derredor suyo a los demás aspirantes y sus seguidores. Pero si esto sucede muy cerca de la elección, y les insume a ellos dos un gran esfuerzo de negociación con los demás actores internos, que estos aprovecharán con toda lógica para extraerles grandes concesiones en términos de cargos y poder de decisión en la futura administración, el resultado difícilmente sea un nuevo liderazgo potente y consensuado. JxC tendrá a la larga un candidato, pero no porque haya procesado en forma plena y económica la sucesión del liderazgo. El gobierno en curso ha mostrado ya suficientemente lo que puede resultar de una gestión con esos déficits de origen.
Conclusión, Cristina Kirchner tal vez pueda darse el lujo de seguir esperando para decidir qué va a hacer, porque finalmente lo que está resolviendo, ella y más en general todo el peronismo, es cómo le conviene perder las próximas elecciones, y en qué condiciones pasará a la oposición. Pero Macri no tiene ese margen de tiempo ni de libertad, ni siquiera un empeoramiento de la situación económica se lo va a dar. Y los costos para su coalición de la estrategia que está llevando adelante esta los tendrá que pagar indefectiblemente, cuando le toque gobernar. Tal vez convenga que haga mejor sus cálculos, y se apure o espere a la siguiente oportunidad.