El goleador del Pirata aprovechó dos malas salidas de Enzo Díaz y Herrera y Demichelis sumó su primera derrota. El descuento de Nacho Fernández no alcanzó.
Podés elegir que tus laterales se cierren, que los creativos se abran como falsos wines para sorprender, que el pivote juegue más o menos adelantado en cancha. Podés elegir romper por adentro con pases verticales o ser filoso por afuera.
Podés apelar a la posesión paciente o al pelotazo. El pizarrón ofrece tantas variables como letras el abecedario. Sin embargo, a la teoría se la debe acompañar con vigor. El que le sobró a Belgrano y le faltó a su rival en el Kempes, sede del primer castañazo del ciclo de Martín Demichelis.
A River le faltó la tensión de antaño. La futbolística al avanzar pero además la interpretativa para entender los caminos. Se plagió a sí mismo transformándose en un equipo por momentos demasiado previsible desde pelotazos largos hacia las espaldas de Diarte, con poco vértigo en la zona de ejecución -a excepción del gol de Nacho Fernández- con poca pericia para romper con pases verticales y desconcentrado o falto de confianza: la falla grave de Enzo Díaz en la salida previa al primer gol de Pablo Vegetti o el horror no forzado de Andrés Herrera en una salida en los libros sencilla que fue semilla del lapidario segundo grito del capitán de Belgrano sirvieron de botones de muestra. Y también como señales: aún urge un segundo central de la talla del deté o de su ayudante, un Javier Pinola, un Martín Demichelis, una garantía que acompañe a un Maidana, cuyo renacimiento no alcanza si el ejercicio colectivo no es el indicado.
El fútbol de bajas calorías de River, explicado también por el nivel de un Enzo Pérez extrañamente impreciso y de un Nacho pocas veces libre, contrastó con el juego de Belgrano, un equipo que sin ofrecer un menú gourmet supo saciar las necesidades de Guillermo Farré. La contextura rocosa que el local mostró defensivamente, con una línea de cinco defensores bien complementada por un mediocampo sacrificado, alcanzaron para neutralizar a Fernández, para aislar por las bandas a Paradela y a Aliendro y para desaconmodar a Borja, quien aun así tuvo un par de situaciones para marcar pero sin el confort necesario al definir. Y cuando todo eso no fue suficiente y River pudo lastimar vía Rondón sobre el final, también apareció el arquero Losada, ese mismo que durante el primer tiempo volvió todavía más espectacular una tijera que salió al medio del arco de Solari, que en su discontinuidad alternó esa pirueta y el buen centro del descuento con períodos de cierta intrascendencia.
La estrategia de Belgrano funcionó todavía mejor que en Avellaneda, en aquel 0-0 ante Racing de la primera fecha; esta vez, los errores rivales facilitaron el trabajo de Vegetti, quien incluso sin compañero claro de ataque supo incomodar al fondo rival. Con todo lo que eso implica. En esa línea, que Maidana haya puntualizado la necesidad de mejorar la atención quizás resuma las carencias defensivas que River mostró en Córdoba, donde tampoco fue el equipo incisivo y directo que Demichelis pretende moldear y cuyos primeros rasgos se habían visto en Santiago del Estero. Lejos de someter e imponerse en el primer tiempo jugó como lo necesitaba el rival, cayendo en su red y sólo mostrando cierta rebeldía en el cierre del partido, cuando apuró infructuosamente intentando llevarse puesto a un Belgrano ya replegado, con seis defensores abocados a custodiar el resultado que su goleador idealizó después del partido y que se explica en las formas: el ganador, a diferencia de River, hizo su juego y no perdió en ningún momento la concentración casi samurai. Un punto al que Demichelis deberá prestarle atención: más allá de los talentos innegables que tiene a disposición, sin la consistencia justa seguirá latente el riesgo de recaídas