Un Gabinete quemado por fuego amigo (y se salvó Cabandié) . Por Gonzalo Abascal

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    De los 21 ministros que empezaron la gestión con Alberto Fernández apenas queda un puñado. No los expulsó la ineficiencia (aunque pudo haber) sino la interna interminable. El ejemplo Cabandié.

    “Somos un Frente que se constituyó sobre la base de la unidad”, dijo Alberto Fernández el 7 de diciembre de 2019, en la presentación de su Gabinete de 21 ministros en Puerto Madero. Y por esas horas agregó: “Tienen (los ministros) ganas de salir a comerse la cancha”. No hace falta ensayar ningún análisis sofisticado para descubrir que las definiciones, aunque previsibles en el momento, se demostraron erróneas. La unidad del Gobierno no se manifestó como tal, sino todo lo contrario, y ninguno de sus ministros pudo “comerse la cancha”; en cambio la mayoría debió “morder el polvo”.

    Se sabe, de aquel equipo inicial quedan hoy apenas cinco sobrevivientes, y no fue su gestión lo que los salvó.

    Es oportuno aquí hacer un punto y recordar, como una clave del presente, la diferencia entre el valor de la “unidad” para el Presidente y para su Vice. Cristina Kirchner lo expuso cuando dijo: “No lo hagamos (unirnos) únicamente para ganar las elecciones. Ganar las elecciones para no cambiar nada; no, mejor quedarse en la casa”. Mientras que el Presidente ofrece la unidad como el valor a cuidar: “No pienso hacer nada para romper, porque no quiero que vuelva Macri”, repitió. Más que un matiz, el contrapunto parece esconder un nudo irresuelto y definitivo.

    La evolución del Gabinete, entonces, es una película que describe por si misma al Gobierno. De aquellos primeros 21 ministros que eran una muestra de la amplitud y la unidad del Frente de Todos, a los nombramientos de Victoria Tolosa Paz en Desarrollo Social, Ayelén Mazzina en Mujeres, y Raquel Olmos en Trabajo, en una definición del Presidente que esta vez decidió no consensuar con Cristina Kirchner, tal vez como un tardío gesto de autoridad.

    A propósito de las consultas o no del Presidente, en estos días se dijo y se escribió con naturalidad que los nombramientos habían sido sin “la autorización” de la Vice y de Sergio Massa. Resulta notable como se asume que Alberto Fernández también debe contar con el visto bueno de su ministro de Economía. Para el análisis no importa tanto si es cierto o no, sino constatar que la idea está instalada en el sentido común colectivo.

    Se sabe quiénes dejaron el Gabinete. Cada salida fue precedida por la tensión del fuego amigo. Pero para entender la dinámica del oficialismo también sirve mirar quiénes quedaron, y en ese sentido nadie resulta más ejemplar que el ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible, Juan Cabandié.

    Tal vez ningún ministro haya sido más criticado por la ineficiencia de su gestión que Cabandié. Su demora en reaccionar frente a los incendios forestales en Corrientes, Santa Fe y Jujuy, entre otras provincias, provocó que el gobernador correntino Gustavo Valdés, lo sumara a la descalificación cristinista de “funcionarios que no funcionan”.

    Sin embargo, Cabandié puede lucirse como uno de los sobrevivientes del Gabinete. No por haber seguido el consejo presidencial en la asunción:”no es necesario que te disfraces de árbol”, le dijo Alberto Fernández. No le hizo falta. Le alcanzó con su pertenencia kirchnerista. La cronología muestra que lo que expulsó a la mayoría de los ministros (la mayor excepción fue Ginés González García y su vacunatorio vip) no fue la ineficiencia, sino la no pertenencia.

    Es una buena manera de pensar el Gobierno. La mayoría de sus ministros consumidos por la interna. No hace falta mirar mucho más.

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