Pese al ataque contra Cristina Kirchner, la confrontación aún es negocio para la política; la mala praxis de la custodia y los vínculos del agresor con un grupo neonazi; el inicio de la campaña amenaza los planes de Massa.
Después del atentado cometido contra Cristina Kirchner, hay que observar, analizar, mirar las consecuencias y derivaciones de la potencia enorme que tiene esta inercia de polarización en la sociedad y, sobre todo, en la clase política argentina. Cuando uno toma contacto con analistas de opinión pública, lo que te señalan es que daría la impresión de que, por lo menos en la Capital Federal -intuyo que en el interior del país más todavía-, la mayoría de la población va por otro camino, sufre otros padecimientos y hay un nivel de angustia que hace mucho tiempo no se registraba en el país. Entonces, una de las preguntas que uno debería hacerse es hasta dónde esta forma de contradicción entre unos y otros, que es tan potente que ningún atentado logra conmoverla, es representativa del conjunto. O si no estamos ante una dirigencia encapsulada en su propia discusión. Es evidente que la polarización rinde.
Hay elementos subjetivos relacionados con esta polarización que bordea y genera discursos de odio. Pero, no entra todo en la misma bolsa, hay argumentación, críticas, reproches y modulaciones de ese discurso que bordean el odio, la agresión ilimitada al otro.
En su “Canción de odio”, Nacha Guevara planteaba que el “odio al odio” se transforma en una masacre y expresa cómo lo que uno cree que es ‘el bien’ termina siendo ‘el mal’. Este es el misterio del fanatismo. Se han hecho estudios en la Universidad de Harvard de psicología política donde vos ponés a dos dogmáticos en contacto con ideas distintas en la suposición de que el contacto con la idea del otro lo va a poner en otra posición y los dos salen más radicalizados. El contacto con el otro hace que uno se convenza más de que uno tiene la razón.
Hay un libro interesantísimo El tirano, del destacado crítico literario y especialista en Shakespeare de la Universidad de Harvard Stephen Greenblatt, que habla del fanatismo y dice que el fanático ve tan claro lo que ve, duda tan poco de lo que ve, está tan aferrado a sus convicciones, que le parece que el que no lo ve necesariamente tiene que ser un perverso. Es decir, en el que piensa distinto hay siempre una descalificación moral cuando vos pensás con fanatismo. Esto es lo que lleva a estados políticos como el que vive hoy la Argentina.
En ese contexto, se produce el atentado que es tomado como insumo -con excepciones muy valiosas- por los grupos más radicalizados de la dirigencia política. Todavía no sabemos qué es este ataque. Hay una especie de ansiedad por definir que viene de la angustia que produce esto que sucedió. Uno quiere saber rápido qué es, un poco para exorcizar ese mal y aliviar la perturbación que genera la vulnerabilidad de alguien a quien buena parte de la sociedad, quienes la aman y quienes la detestan, consideran invulnerable, que es Cristina Kirchner. Para mucha gente, la vulnerabilidad de ella es inconcebible. La animadversión también infunde ese sentimiento. Es tan mala, tan maquiavélica, tan perversa, todo lo calcula, que no la pueden matar, no le puede pasar lo que le pasó, no puede estar perdida. Estos son supuestos de mucha gente que la mira desde ese ángulo.
Ahora, de su atacante, Fernando Sabag Montiel, sabemos muy poco, solo algunas cosas que son inquietantes. Daría la impresión que no es un caso de lo que se llama en la teoría de una persona que se radicaliza. Es decir, que pasan de una situación crítica respecto de algo al odio militante, que lo lleva a buscar la supresión del otro. Normalmente, esos fenómenos de radicalización que estudia la literatura tienen que ver con agravios que ha sentido esa gente. Estoy pensando en un caso hipotético, alguien que perdió un ser querido en un hecho muy traumático, muy difícil de ser procesado emocionalmente, que lo conduce a una radicalización y sale con una ametralladora a matar gente o a buscar a quienes cree que son los responsables de ese crimen. No estamos ante un caso de esa naturaleza. Es un caso más parecido al del asesino del exprimer ministro japonés Shinzo Abe o el hombre que atacó a Ronald Reagan. Es decir, atentados cometidos por personas con afecciones psiquiátricas.
Ahora, al psiquiátrico se lo puede manipular, puede que haya alguien que lo conduzca en esa dirección. Cuando fue el atentado a Juan Pablo II, Mehmet Ali Agca, el turco que le dispara y lo hiere, no estaba en sus cabales, pero no sabía que había un aparato de inteligencia que lo estaba manipulando y que tenía que ver con fuerzas de inteligencia marxista muy enemistadas con el Papa, que estaba en una tarea sistemática de descomposición del comunismo, provenientes de Bulgaria. Él no sabía que su condición era insumo de una operación de magnicidio. Fue un instrumento.
En este caso hay datos llamativos. Sabag Montiel tiene tatuajes -como el “Sol Negro”- de una organización que se llama Batallón Azov, es un grupo nazi que opera en Rusia y Ucrania y tiene ramificaciones políticas y económicas en la Argentina. Es más, ha realizado amenazas en nuestro país y uno de sus sponsors está siendo investigado en un juzgado federal por lavado de dinero. No sería raro que en las próximas horas la DAIA haga una advertencia sobre estos símbolos, que nos pueden hacer pensar si hubo una célula o alguien que lo manipuló. La jueza Servini de Cubría tiene la causa que investiga al mecenas de esta organización por lavar dinero en las Islas Vírgenes.
Ahora, no sabemos qué paso. Hay varias cosas que alimentan fantasías conspirativas. ¿Qué pasó con la custodia de Cristina Kirchner? Nadie te lo sabe explicar. Se puede decir que es todo azar o que Sabag Montiel o el que lo manejaba, si es que existe, sabía que no iba a estar ese día el comisario Diego Carbone, jefe de la custodia. No está claro. Nadie la protegió, se enteró de que había habido un intento de ataque en su departamento, la dejaron seguir firmando autógrafos. Cuando uno mira el atentado a Reagan uno ve cómo se le tiran encima y reducen al atacante. La custodia no sirvió ni para sacarla a ella de la escena. Quizá le tienen tanto miedo que ni siquiera supieron protegerla o están hace tanto tiempo con ella que ya están rutinizados, achanchados. No la volvieron a poner en el auto, que está blindado, de los pocos que hay en el sector público. Es el que usaba Silvia Majdalani en el gobierno anterior. Se me escapa una broma: es un karaoke de tantos micrófonos que debe tener adentro.
Entonces, vemos una mala praxis llamativa en la custodia. Pero hay algo peor. Destruyeron el celular. Todo nuestro universo hoy está en nuestro teléfono. Ese universo de Sabag Montiel lo hemos perdido por el mal uso de un software que es inventado para no perder información. Esto es lo curioso. Esos programas que sirven para acceder a la data de un teléfono están diseñados para seguir obteniendo información si alguien comete un error. ¿Hay alguien hilando cabos en todo esto? Sí hay alguien investigando qué pasó dentro de la Policía Federal. Obviamente, Aníbal Fernández sale a sostener a las fuerzas y respaldarlas, que es el reflejo de todo ministro de Seguridad, sobre todo de él, que tiene un viejo vínculo con esa fuerza. Ahora, ¿alguien estará haciendo una investigación de por qué pasó? ¿Tendrán alguna explicación para darnos?
Las telefónicas pueden aportar los registros de llamadas, pero en este caso desaparecieron los chats. No sé si en algún lugar están las fotos que él conservaba, todo ese universo riquísimo para saber quién es y evidentemente si alguien lo utilizó. Esto lo tiene que decir la jueza María Eugenia Capuchetti, que es hija de un comisario de la Policía Federal y tiene una estrechísima relación con esa fuerza, tanto que sus padrinos políticos la conocen por las relaciones con su padre. Alberto Fernández la llamó para pedirle que “protejan la vida del atacante”. Es cierto, de todas maneras, que él es Presidente y ella una jueza. Y no hay que cruzar esas avenidas. Pero la cruzó. Daría la impresión que el hijo del abogado que da clase en la Facultad de Derecho lo hizo con buena intención. Pero no se le ocurrió llamar a quién sí debía hacerlo, que era su subordinado, el jefe de Policía, para decirle: “Che, préstenle atención al teléfono”. Un celular que tampoco lo recogió la Policía. De reducirlo al atacante se encargó un concejal de Presidente Perón y un grupo de manifestantes. Es decir, estamos por lo menos ante las miserias del Estado argentino.
¿Hubo torpezas o fue un intento de ocultar algo? En el Gobierno, por ejemplo, sobre todo cerca de Cristina Kirchner, están muy interesados en Crónica TV. Este atacante, que aparece sistemáticamente haciendo declaraciones de Crónica TV con Tomás Méndez, ¿era él el que buscaba la cámara o alguien lo contrataba como una especie de extra para que hable en contra del Gobierno frente a las cámaras de televisión o los movileros del programa? ¿Era así? Son preguntas que hacen en la intimidad de Cristina.
Ahora además aparece Brenda Uliarte, la novia de Sabag Montiel, que hace una especie de performance por Instagram -probablemente en el momento en el que ella sabía que iba a ser capturada- y comenta: “Lo que dijo Milei, que los políticos no tendrían que tener más derecho que los civiles, es cierto. Estoy muy de acuerdo”. El libertario había dicho algo parecido: “A los corruptos hay que tratarlos igual que al común de los ciudadanos”. Pero ella usa otra palabra. Dice “civiles”. Es rara la palabra. Normalmente se usa en las fuerzas de seguridad. ¿De dónde viene este término que usa esta chica? Otra interrogante. Son indicios, pequeños datos que seguramente no están siendo tenidos en cuenta por la AFI, que ya ha dicho que él es un lobo solitario. Sin hacerse preguntas, le podemos imputar que es casi una víctima del clima de odio que genera la Justicia. Desde esa frase del Presidente en el discurso del jueves a la noche, hay una línea recta hasta la barbaridad que dijo el senador José Mayans: “Si quieren paz social, suspendan el juicio de Vialidad”.
¿A dónde estamos yendo? A que es muy difícil que haya un hecho tan traumático como este. Hasta se pronunció el secretario de Estado de Estados Unidos, Anthony Blinken. Hoy hubo una declaración conjunta de los presidentes de las dos Comisiones Exteriores de ese país en la que repudian el atentado. Entonces, se trata de un hecho de primera magnitud a escala internacional. No necesitamos aclarar que acaparó la tapa de todos los diarios del mundo. Pero ese acontecimiento tan dramático no logró corregir la dinámica de polarización que hay en la Argentina.
Voy a mencionar un episodio histórico: Carlos Menem sufrió en el mes de octubre del 93 una obstrucción en la carótida y lo tuvieron que operar. En el postoperatorio recibe una visita de Raúl Alfonsín. En la habitación estaba Eduardo Menem, el hermano del entonces presidente. Ahí nació el Pacto de Olivos. Obviamente, había habido conversaciones previas, pero no de ellos. La primera vez que se habla de la reforma constitucional, que va a tener lugar en el año 94 y cuyo pacto se celebra a comienzo de noviembre del 93, va a ser en esa reunión. El país estaba dividido en dos por el intento del menemismo de avasallar la Constitución con un plebiscito.
¿Qué es lo que pasó? Conjeturo: Alfonsín pedía a gritos un acuerdo porque el menemismo arrasaba con las instituciones y el radicalismo, que efectivamente después se quebró. Había gobernadores que querían acordar y otros que no. De la Rúa, por ejemplo, estaba en contra. Alfonsín suspendió el nivel acérrimo de enemistad que tenía con Menem en ese momento, lo visitó y se inició una política de coordinación y de acuerdo. ¿La carótida produjo el acuerdo? Tiendo a pensar que no, que había una vocación de acuerdo que se sirvió de la carótida.
El 27 de octubre de 2010 muere Néstor Kirchner. Cristina Kirchner también aparece vulnerable como ahora, viuda. Se celebra un funeral de Estado, pero del Poder Ejecutivo y el oficialismo hecho en la Casa de Gobierno y no en el Congreso, y donde ella decidía quién podía ir y quién no. Es decir que el funeral -y la oposición- ya daba por sentada la polarización. La muerte de Kirchner no sirvió para que nadie funde en ella un proceso de acuerdo, porque el negocio político era la confrontación.
Eso es lo que está pasando hoy. Hay una decisión de acordar en determinados núcleos, pero no en todos. Hubo comunicados que se firmaron en conjunto en el Senado y Diputados, pero hubo una declaración que el Poder Ejecutivo quiso hacer firmar a todas las organizaciones religiosas sin éxito, porque ya el texto presumía que no quería el consenso. Cuando se escribe un comunicado se sabe a cuántos incluye esa redacción. Es muy sencillo. Cualquier político avezado o diplomático sabe hacerlo. Por esa vía, hubo excepciones. Los 150 políticos que rodean a Alan Clutterbuck en RAP firmaron un comunicado. También los jóvenes que se forman en el Centro de Investigación y Acción Social de Rodrigo Zarazaga. Y ahí hay gente de La Cámpora, el macrismo, el massismo y todas las vertientes políticas.
Pero, en general, lo que vemos es un aprovechamiento de esta circunstancia para estirar la cuerda de la confrontación, porque cada partido siente que lo más importante es la unidad del propio grupo para constituirse en oposición al otro. El que quiere desmarcarse de ese juego, por ejemplo, Facundo Manes diciendo que no le parece que por una declaración desafortunada haya que iniciar un juicio político al Presidente, es condenado. A Manes lo respaldó su partido. Es decir, los extremos dominan cada fuerza y dirigen una confrontación que los lleva a mantener la cohesión interna. El problema es si se gobierna de esa manera. No sabemos qué va a pasar con la figura política de Cristina Kirchner después de estos hechos. Hay quienes dicen que la percepción de que es una víctima le puede mejorar la imagen, como pasó con la viudez, aunque hay que decir que no es que se victimiza, es una víctima, la quisieron matar. Puede ser. En ese momento, el salario real se estaba recuperando aceleradamente desde la crisis del 2009. Toda la economía del 2010 estaba en recuperación. Tanto que hay muchos kirchneristas a los que les ofende que se diga que en 2011 ganaron por la muerte de Néstor. ¿Ahora pasará lo mismo? No sabemos.
Es evidente que Cristina Kirchner se ha ratificado como la jefa del peronismo hoy. En alguna medida el PJ necesita salir del tema corrupción, no solamente la del gobierno kirchnerista, también la de muchos dirigentes y gobernantes de la Argentina. Si aplicáramos el mismo patrón que se aplica en Santa Cruz en otras provincias no encontraríamos nada parecido -es delirante, todo hecho con una sola empresa-, pero encontraríamos cosas parecidas. Entonces, mejor que sea una “persecución”, no un juicio justo. Ahora, eso le da a la vicepresidenta la posibilidad de ser la que organiza el partido, no sabemos si va a ser la candidata, ni ella lo sabe, pero puede decidir quién encabeza la boleta. Para eso, depende de la economía. Ahora, es una pregunta que se tiene que hacer también la oposición. Si yo hoy fuera dirigente opositor, no estaría tan confiado en que la polarización extrema es una política saludable o conveniente, porque si llego al poder, ¿cómo hago para gobernar con esta Cristina fortalecida que maneja un 30% del electorado y controla una minoría homogénea súper movilizada? ¿Alguien pensó en esto? ¿Alguien pensó si las reformas que requiere la Argentina no exigen algún tipo de diálogo?
Fuera de esto, también Cristina necesita para fortalecerse que la gestión de Massa sea relativamente exitosa. Él está llegando a Washington, Jorge Argüello le armó una agenda muy similar a la de Batakis. El ministro de Economía, en este momento, no va a necesitar a la consultora de Freddy Balsera, que es la que él contrata para mantener relaciones en Estados Unidos -sobre todo para acercarse a los demócratas, que son los que tiene más lejos-. Argüello está demostrando ser un gran embajador. En alguna medida, él consiguió los dos comunicados estadounidenses sobre el atentado contra Cristina. Le ha armado reuniones a Massa con las figuras más importantes del Tesoro, salvo Janet Yellen. Va a estar con David Lipton, que fue el encargado del programa que celebró con la Argentina en el Fondo en tiempos de Macri y hoy es el principal asesor en materia de política internacional de la secretaria del Tesoro. Él le dice a Yellen qué pasa en la Argentina. Es importante porque ella es determinante en el Fondo. Se va a reunir también con Michael Kaplan, que está a cargo de las relaciones internacionales con Asia y América Latina en la Secretaría del Tesoro. Se va a reunir con la conducción del Fondo, con Georgieva e Ilan Goldfajn. Son reuniones que van por afuera de las que va a mantener el equipo técnico, que ya tenía un viaje pautado.
También se verá con Mauricio Claver-Carone, que es enemigo de Alberto Fernández -un poco por herencia de Gustavo Beliz que tenía una gran competencia con él por conducir el BID-. Massa llega ahí por sus amigos republicanos de ultraderecha que son básicamente dos cubanos: Bob Menéndez y Marco Rubio. Claver-Carone pertenece a la misma mesa cubana. Ahí la cuestión es si consigue o no 800 millones de dólares del BID para la Argentina, desembolso al que la entidad se resiste porque todavía no está aprobada la revisión de septiembre del Fondo.
¿Cómo llega Massa al Fondo? Haciendo cosas que el kirchnerismo jamás soñó en su vida que iba a hacer, corroyendo al movimiento desde adentro. Al ministro de Economía lo bendicen desde La Cámpora -no lo bendice Cristina, pero lo tolera- y le avalan cosas que nunca le hubieran permitido a Guzmán. Massa está a la derecha ortodoxa de su antecesor. Ha hecho un ajuste fiscal muy superior, renegoció la deuda y la postergó, cosa que no hacía Guzmán. Y acaba de devaluar para un sector, el campo, por un mes. Va a obtener dólares, dicho sea de paso. Los que conocen mucho el mercado de granos dicen que hay euforia por liquidar en septiembre y se podría pasar de 3500 millones de dólares del mes pasado a 5000 este mes. Este dólar de 200 pesos, que implica una gran masa de emisión y endeudamiento del Banco Central, tiene un efecto y le va a mejorar la situación de reservas. Es un parche. Lo que liquidás hoy, no lo liquidás después. Habrá que ver cuando termine septiembre si no tiene que volver a estirar esta devaluación hacia adelante.
Todo esto resultará, con bastante certeza, en que Massa pasará la revisión de septiembre con el FMI. Le van a garantizar el desembolso que habría en septiembre para que siga funcionando el programa. El problema es diciembre. Ahí no sabemos. Entonces habrá una doble revisión: una del Fondo y una de Cristina. En diciembre del 2020 Cristina suspendió una negociación con el Fondo porque se negó también al aumento de tarifas. En diciembre empieza la campaña. Y acá viene un gran dilema, si Cristina puede durante esta campaña hacer lo que hizo durante el 2021. Porque tiene muchísimos menos dólares. En aquel momento, cuando le dijo a Guzmán que no siga con aquel programa de ajuste, tenía 7000 millones de dólares en el BCRA. Es una tonelada de plata comparado a la de hoy. Vamos a ver hasta dónde llega Massa y hasta dónde llegan con Massa. Probablemente sea más tolerante la gente del Fondo que Cristina.
Cuesta pensar cuál sería el programa que lleve adelante Cristina Kirchner sin dólares si se desprende del programa de parches, maniobras, medidas razonables y humo que lleva adelante Massa, que como me decía un economista de la oposición: “Hace lo correcto, pero en una dimensión incorrecta”. Esto abre otra perspectiva que hay que saber mirarla. Habrá que ver si tiene un plan alternativo o termina por tolerar este programa.