Censo en las nubes: la maestra que encuesta en Iruya entre cerros y precipicios

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Los censistas de Sala Esculla

En Sala Esculla, en los alrededores de Iruya, el relevamiento nacional de población dura nueve días y está a cargo de la directora de una escuela de montaña. “Llegar a una sola casa nos puede llevar un día entero”, le contó María Eugenia a TN.

A 2900 metros sobre el nivel del mar, frente a los cerros de Iruya, la Argentina vive un censo en las nubes. Nace en la escuela Fray Bartolomé de las Casas, en el paraje Sala Esculla -Salta-, y dura nueve días. Las grandes distancias entre lugares recónditos a los que solo se puede acceder a pie tienen una consecuencia: censar a una sola familia puede llevar un día entero.

La escuela Fray Bartolomé de las Casas, a la que asisten ocho alumnos. (Foto: TN)
La escuela Fray Bartolomé de las Casas, a la que asisten ocho alumnos

María Eugenia Sánchez es la directora del colegio del nivel primario al que asisten apenas ocho alumnos, más otros tres en su anexo, ubicado en el paraje Salas, a unas cinco horas a pie. Y es también la jefa de radio para la encuesta nacional de población. Tiene a su cargo a otros tres censistas, Gisela Camachano, Duval Bautista y Daniel Montellanos, que este martes iniciaron su recorrido. En total, esperan relevar unas 45 casas.

 “Son 40 en este radio más cinco en el paraje Salas, pero según los datos que estuvimos revisando con el agente sanitario, serían 19 familias en total. Hay casas deshabitadas en los cerros, por lo que puede pasar que estemos horas y horas caminando y al llegar no nos reciba nadie”, cuenta María Eugenia, con la pechera ya puesta y los formularios en mano: “Soy la que distribuye las tareas, las viviendas. Luego recibo los formularios y afino los detalles”.

En charla con TN, dice que esperaba comenzar hace varios días. Para el censo, el Indec reconoce a Sala Esculla como “zona rural dispersa”, conformada por personas que residen en campo abierto, sin llegar a constituir poblados. Sin embargo, la docente recibió los materiales recién el lunes por la noche: “Los esperábamos para el 8 para poder terminar el 17. Nos vamos a demorar un poco. Hay que llegar a cada casa, eh. No es fácil”.

La docente y censista este martes, encuestando a Juana Zerpa, una mujer que vive entre los cerros. (Foto: gentileza María Eugenia Sánchez)
La docente y censista este martes, encuestando a Juana Zerpa, una mujer que vive entre los cerros

Censo en las nubes: las caminatas interminables para llegar a cada hogar

La ardua tarea a realizar no la agarra desprevenida: la mujer, de 51 años, sabe de caminatas de largo aliento. El año pasado, en plena segunda ola de la pandemia, viajaba a pie durante 16 horas para que los chicos que viven en los cerros salteños tuvieran clases. “Acá no existe el Zoom. Los chicos no tienen luz ni Internet en sus casas. Una clase virtual es un día perdido”, le contó entonces a TN y la Gente.

Esta vez, el itinerario de María Eugenia planea extenderse hasta la casa de la “Abuela”, como conocen los lugareños a una señora que vive en medio de un cerro lindero a Sala Esculla: “Está a unas seis horas de ida y otras seis de vuelta”.

A Río Grande, el poblado más cercano, se llega a caballo o caminando. “El profe más rápido lo hace entre siete y ocho horas. A mí me toma entre 12 y 14″, precisa. Desde allí hay media hora en auto al casco urbano de Iruya.

El frío suele ser uno de los obstáculos más difíciles de sortear. Desde que hace 20 años llegó a Sala Esculla desde su Salta capital de origen, María Eugenia se enamoró para siempre del paisaje y dice estar acostumbrada a las ampollas y contracturas musculares. “Siempre tengo diclofenac a mano”, bromea.

Una escuela es el corazón de Sala Esculla

Uno de los cuatro censistas de Sala Esculla. (Foto: TN)
Uno de los cuatro censistas de Sala Esculla

Los lugareños mantienen una economía de subsistencia: trabajan la tierra y crían a sus propios animales. Los hijos e hijas de esas familias conviven en la escuela, que también funciona como albergue: los alumnos llegan el lunes y vuelven el viernes a sus casas.

Sala Esculla logró gambetear las dos primeras olas de la pandemia, pero no pudo contra Omicron: “En febrero de este año, un profe volvió contagiado de un viaje y (el virus) nos lo terminamos pegando todos. Ya estábamos vacunados. Acá recibimos la asistencia de un agente sanitario”, relata María Eugenia.

La escuela cuenta con luz alimentada por paneles solares, un teléfono satelital y una cocina en donde les preparan la comida a los chicos. El gran problema es el agua: “Sale de una vertiente del cerro y llega a la escuela a través de una manguera de 2500 metros. Como tampoco tenemos gas, calentamos todo en fogones. Los chicos se bañan con tachitos”.

Y menciona: “Acá necesitamos muchas cosas. Pude conseguir colchones nuevos, pero ahora nos vendría bien una membrana para impermeabilizar el techo y que no se nos filtre el agua de lluvia”.

Los docentes de la escuela Fray Bartolomé de las Casas también aguardan con ansias la realización de un camino carretero que permita acortar distancias y disminuir los peligros de las caminatas: hace un año, María Celeste de los Ríos, de 42 años, y docente de la escuela, murió al caer al precipicio mientras se dirigía a Río Grande a aplicarse la vacuna contra el covid.

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