El kirchnerismo no puede ofrecer lo que el electorado demanda. Por Sergio Berensztein

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    Luego de más de una década de estancamiento, la disparada de la inflación y la decepción provocada por el gobierno del FDT, las preferencias de la sociedad han virado considerablemente.

    Las discusiones en el Frente de Todos (FDT) están subiendo de tono. Ayer, en su promocionada ceremonia en el Chaco en la que recibió su doctorado honoris causa por sus supuestos aportes a la democracia durante sus presidencias, Cristina minimizó la gravedad de la situación, definiéndola como un simple “debate de ideas”.

    Pero lo cierto es que en los últimos tiempos el presidente y buena parte de su gabinete han estado sometidos a un intenso bombardeo de descalificaciones y agresiones que ponen de manifiesto un severo cisma en la coalición de gobierno.

    El martes, el “Cuervo” Larroque afirmó que el presidente Fernández no se puede llevar el gobierno a la mesita de luz y que Guzmán, Kulfas y Moroni están construyendo la derrota. Para el kirchnerismo ya es una práctica habitual atacar a este trío de ministros que, en su visión, no son los únicos pero sí los primus inter pares entre “los funcionarios que no funcionan”.

    Convertido en férreo defensor del presidente y su vapuleado gabinete, quien salió a responderle al referente de La Cámpora, sin demasiadas sutilezas, fue Aníbal Fernández: “Al Presidente no lo van a apretar con una declaración estúpida”.

    Aníbal, que en el pasado supo ser el más ferviente defensor del kirchnerismo, tiene ahora la misma convicción para sostener a lo que queda del “albertismo”. De hecho, fue el último jefe de gabinete de Cristina en 2015, cuando al final de su gobierno la expresidenta cerró filas conformando un equipo de su más entera confianza (integrado, entre otros, por Kicillof en Economía, Gollán en Salud, Timerman como Canciller, Rossi en Defensa y Wado de Pedro en la Secretaría General).

    La mutación de Aníbal Fernández da cuenta de que, en este agrietamiento del FDT, los bandos no son tan claros y rígidos: hay traspasos, vacilaciones y dudas. El mismo Agustín Rossi es fruto de infinitas especulaciones cuando se evalúan potenciales cambios de gabinete.

    Antes de los dichos de Larroque, Máximo Kirchner había cargado duramente contra Martín Guzmán porque el ministro “no se involucra en las pujas de poder”. En estos días, el kirchnerismo duro está impulsando proyectos con un alto costo fiscal, como para complicarle aún más el panorama a un gobierno que en la práctica no puede cumplir con los parámetros acordados recientemente con el FMI.

    En este aumento de las tensiones, ninguna mediación llega a buen puerto. Hace semanas se viene especulando con que el propio Sergio Massa intervendrá para acercar posiciones. Sin embargo, sus intentos no parecen hasta ahora haber tenido éxito y esto genera una enorme frustración dentro del peronismo, sobre todo entre gobernadores, intendentes, dirigentes sindicales y líderes de movimientos sociales que advierten que las peleas internas traban aún más la gestión y comprometen la competitividad electoral del oficialismo.

    Las críticas hacia el propio Presidente son tan lacerantes que hay incertidumbre respecto a cuál será el desenlace de esta reciente escalada. Hay quienes incluso aseguran que el kirchnerismo está dando un “golpe blando” contra Alberto Fernández.

    En este marco, el discurso de Cristina, que no por nada viene recuperando el sello de Unidad Ciudadana, fue previsible y sin sorpresas respecto del arsenal de argumentos que la caracterizan. Más aún, no solo no contiene, sino que alimenta la escalada de tensiones y conflictos dentro del FDT.

    Sin embargo, a pesar de que las críticas han encontrado destinatarios concretos, comenzando por el propio presidente, el verdadero problema del kirchnerismo no está en los nombres propios, sino en la realidad económica y el cambio en las preferencias sociales que se viene registrando en la opinión pública.

    La complejidad de la situación obliga, sin importar quien sea el funcionario, a administrar la escasez. El kirchnerismo está acostumbrado a gobernar aumentando el gasto público en contextos de abundancia, con vientos de cola provenientes del resto del mundo o con “cajas” (AFJP, reservas del Banco Central) a las que recurrir en última instancia para posponer sinceramientos.

    Por otra parte, luego de más de una década de estancamiento, la disparada de la inflación y la decepción provocada por el gobierno del FDT, las preferencias de la sociedad han virado considerablemente.

    Desde el punto de vista económico, las demandas se han desplazado hacia cuestiones como la estabilidad y el ordenamiento macroeconómico; desde el punto de vista político, distintos sondeos vienen mostrando que el electorado mayoritariamente busca candidatos de centro y centro-derecha.

    En este sentido, D’Alessio IROL – Berensztein acaba de realizar un estudio de opinión pública entre 555 personas que pertenecen a un nivel socioeconómico bajo y medio-bajo. Los resultados sugieren que entre los distintos segmentos sociales no hay diferencias significativas.

    En efecto, los sectores populares tienen demandas similares a las que vienen mostrando los sectores medios. Al consultarle a los participantes por la orientación del próximo presidente, el 28% dijo que preferiría un mandatario de derecha moderada y el 19% uno de centro. Las opciones izquierda moderada y extrema izquierda aparecen por detrás.

    El kirchnerismo no puede ofrecer lo que el electorado demanda

    Cuando se les preguntó a los participantes sobre los motivos de apoyo y rechazo a un candidato a presidente, más de la mitad (54%) dijo que no elegirían a un kirchnerista. Y el 34% afirmó que no votaría a un candidato que apoye a Nicolas Maduro. El ser de derecha (14%) o proponer bajar el gasto público (6%) no parecen ser impedimentos para el voto.

    En la imagen de los candidatos también se reflejan estos cambios de preferencias. Patricia Bullrich es, entre los sectores populares, la dirigente con mejor imagen del país (49% de imagen positiva y 40% de negativa). Le siguen Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal y Diego Santilli. Los dirigentes del kirchnerismo se ubican muy por detrás.

    La mayor porción de la población, incluso los sectores populares, espera un ordenamiento de la economía argentina que permita terminar con la inflación. Asimismo, viene girando políticamente hacia la derecha.

    En este viraje, está claro que kirchnerismo no puede satisfacer las nuevas preferencias del electorado. Si Martín Guzmán se marcha, tal como lo desea el kirchnerismo, al día siguiente el entorno económico seguirá siendo el mismo y quien lo reemplace tendrá que seguir administrando la escasez.

    Pueden enojarse con Alberto Fernández, Guzmán y Kulfas, pero la asincronía que existe entre lo que La Cámpora tiene para ofrecer en términos económicos y políticos y lo que el electorado demanda nada tiene que ver con ellos.

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