Sin caminos internos, deben salir y entrar del país hasta General Mosconi e incluso arriesgan su vida al cruzar el Río Bermejo. En medio de la pandemia, viven aislados y sin médicos.
Una cosa es el “quedate en casa” y otra, muy distinta, es “te dejo encerrado en casa”, y hasta para hacer las compras, ir al médico o cobrar un plan social te obligo a la ilegalidad. Eso es lo que está pasando con casi 400 familias de argentinos que viven en distintos parajes de frontera entre Salta y Bolivia. Estos lugares son Puerto Baule, Algarrobito, Trementinal, Media Luna y Madrejones. Todos dependen del municipio de General Mosconi y el primero de ellos está a solo 60 kilómetros de esa ciudad, pero la ruta provincial que tendría que llegar hasta ahí solo tiene 45 kilómetros y el resto es selva impenetrable.
Ante esta realidad de desconexión con el interior de la Argentina, para llegar a Mosconi, estos vecinos están obligados a viajar casi 300 kilómetros, gran parte de manera ilegal en medio de la pandemia, en un recorrido extremadamente peligroso. ¿Cómo hacen? Primero cruzan el río Gran Tarija en canoa y llegan a Bolivia. Desde ahí por un camino boliviano, y pagando un remis, llegan a Bermejo, Bolivia. En épocas normales Bermejo está conectada a la Argentina por un puente internacional que la une a la ciudad de Aguas Blancas en Argentina, pero desde que arrancó la pandemia el puente está cerrado y está prohibido cruzar de un lado al otro.
Pero esa prohibición es solo burocrática para el paso fronterizo. A pocos metros y, ante la vista de gendarmería, los remeros de gomones cruzan de a 15 o 20 personas por viaje. Estos pasajeros van parados en cámaras de neumáticos de camiones atadas unas a otras mientras un lugareño rema en un desafío dónde todos se juegan la vida y donde muchos no llegan al otro lado. Cómo esa manera de cruzar es clandestina a los que caen al agua y desaparecen nadie los busca y no quedan registrados en ningún lado. Los que vecinos de estos parajes cuando logran llegar a Aguas Blancas desde ahí se tienen que tomar un micro que los lleve a Mosconi. Este viaje, increíble, se da de ida y vuelta quizás, tan solo, para cobrar una asignación familiar.
Durante el 2020 a Trementinal llegó solo una vez un helicóptero del Ejercito con algo de mercadería. Las escuelas de estos lugares están cerradas y la conexión virtual se hace casi imposible por la mala calidad de la señal. Las salitas de primeros auxilios no tienen enfermeros ni médicos porque estos profesionales, con lógica, no quieren llegar de manera ilegal a estos parajes.
Los bebés que nacieron desde que arrancó la pandemia no están anotados y soñar con que alguna vez les llegue la vacuna contra el COVID parece una utopía.
Así cuida este país a su gente, así defiende su frontera y su soberanía. Mientras la política resuelve restricciones como solución a los problemas que estamos viviendo, ellos están solos, olvidados, encerrados, y obligados a la ilegalidad.