“Los billetes, son la droga de los K”, por Alfredo Leuco

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    La idolatría de los kirchneristas por los billetes, parece empujarlos a cantar siempre la misma melodía: “money, money, money”, aquel viejo tema del grupo Abba. ¿Se acuerda?

    La relación que el kirchnerismo tiene con el dinero en efectivo, es absolutamente enfermiza. Los billetes físicos son su droga y su perdición. Toda la historia de los K está acompañada por bolsos, mochilas, valijas.

    Es la corrupción en estado puro, por supuesto. Pero también hay algo de fetichismo en todo eso. Tienen pasión por la guita. “Éxtasis” dice Néstor Kirchner con un tono casi de relación carnal, cuando se abraza a una caja fuerte.

    Se trata de una codicia sin límites ni sentido común. Néstor y Cristina y su familia y sus testaferros y sus ex funcionarios y hasta los secretarios privados robaron mucho más de lo que podrían gastar en varias vidas. Es una suerte de bulimia por la guita.

    Insaciable. Una avidez por nadar en papel moneda, si es posible en dólares o euros, que muestra una voracidad insólita. Es gula, glotonería por el dinero ajeno.

    ¿Se acuerda de la valija de Antonini Wilson y los 800 mil verdes negros de la corrupción que les mandó Hugo Chávez para la campaña? ¿Y de la fábrica de marroquinería, que necesitaron para trasladar las fortunas que cobraban de coimas con los cuadernos de Centeno?

    La ruta del dinero K iba primero al departamento de Juncal y Uruguay, donde hoy vive Cristina. Ahí lo recibía Daniel Muñoz o Fabián Gutiérrez. Le recuerdo que ambos murieron millonarios. Después no iban a la localidad del Bolsón.

    Más allá de la chicana, los bolsos viajaban en avión hasta la casa de María Ostoic, la madre de Néstor en Río Gallegos. Incluso el piloto del avión presidencial confesó ante la justicia que esos bolsos y valijas jamás eran revisados en el aeropuerto.

    Josesito López quiso que unas falsas monjitas, bendijeran los millones que llevó de madrugada a un monasterio. Apeló a Dios y lo atendió el diablo. Todo el mundo sabe que cualquier persona decente casi no tiene posibilidades de manejar un poco de dinero en efectivo.

    Todo tiene que estar bancarizado para saber de qué cuenta sale y a que cuenta va. Es una forma universal de combatir el lavado de dinero. Sin embargo acá los muchachos siempre tienen pasta o biyuya o mosca en el bolsillo.

    Rosario Lufrano todavía tiene que explicar cómo es que retiraron más de 11 millones de pesos en efectivo del banco y los tenían guardados en bolsos en el corazón de la mal llamada Televisión Pública.

    Fernando Navarro del Movimiento Evita tuvo que hacer malabares con el lenguaje para explicar de quien eran el millón 400 mil pesos distribuidos en sobres de papel madera, adentro de un bolso.

    Apelando a medias verdades y a eufemismos, reconoció que era para pagar los micros para un acto que hicieron por los 8 años de papado de Francisco. No hay factura, no hay boleta de depósito, no hay transferencia bancaria. Solo billetes. Y bolsos. Dice que son aportes voluntarios de los militantes y obligatorios de los funcionarios.

    El flamante comandante del asalto final a la justicia, Martín Soria hacía más o menos lo mismo. Les cobraba el 6% de sus salarios a los funcionarios de la municipalidad de General Roca mientras fue intendente. El talibán de Cristina se los metía en el bolsillo y al parecer, fueron por lo menos 450 mil dólares.

    El juicio que le iniciaron por malversación de fondos, se cerró mágica y casualmente, un día antes de que anunciaran que iba a reemplazar a Marcela Losardo. Toda plata en efectivo. Directo a la caja del jefe político. Ningún comprobante. Nada por aquí, nada por allá.

    Ni hablar de los Báez contando el efectivo con maquinitas en La Rosadita. Con habanos, whisky y un nivel de impunidad que asusta. Parece una de las 20 verdades del kirchnerismo. Necesitamos plata para hacer política.

    Una vez lo confesó Diana Conti por televisión. De esa forma explicó la fortuna de los Kirchner: “Es para hacer política”. El grave problema es que se trata de dinero robado al estado y el estado somos todos.

    Y que, como si esto fuera poco, los montos de dinero fueron colosales, alcanzan para hacer política toda la vida en varios países. Cristina acaba de ganar la batalla para cobrar las dos jubilaciones de privilegio.

    Una pensión especial por Néstor Kirchner, su marido muerto y otra por haber sido presidenta de la Nación. Y además reclamó el retroactivo.

    La nada exitosa abogada se lleva a la cartera de la dama, Louis Vuitton, por supuesto la nada despreciable suma de 2 millones de pesos por mes y 100 millones de retroactivo. No está nada mal, doctora. Por supuesto que fue obligada a renunciar a su sueldo como vice actual. Ya era Too much, como diría ella.

    El concubinato alegre con el dinero ilegal es una marca en el ADN de la cleptocracia que transita su cuarto gobierno. Se manifiesta por primera vez en toda su magnitud, con los tristemente célebres fondos de Santa Cruz.

    Néstor llegó a tener más de mil millones de dólares en el exterior y nunca se vio una boleta de depósito o un resumen de cuenta. Todo oscuro, todo oculto. No se sienten obligados a rendir cuentas. Se sienten dueño de todos, también de la Casa Rosada y del país. Son los patrones del mal.

    Actúan con una codicia sin igual. Magnates, usureros, corruptos, el vínculo con los billetes es enfermizo. Es una característica de los especuladores. No hay poesía ni épica revolucionaria en esa actitud. Ya lo decía Francisco Quevedo: Da y quita el decoro/ y quebranta cualquier fuero, /Poderoso caballero/ es don Dinero.

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