Terror y sadismo en el Sanatorio Güemes: una joven denunció haber sido violada en un quirófano

Noelia, de 27 años, encontró marcas de golpes y manos en sus glúteos, piernas y zonas íntimas después de haber sido operada.

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Todo ocurrió en el Sanatorio Güemes, ubicado en  Av. Córdoba 3933. Allí, Noelia -de 27 años, casada, madre de una nena y trabajadora esencial- se acercó para someterse a una colecistectomía laparoscópica de urgencia a causa de cálculos biliares que la tenían mal traer. Pero lo que se presentaba como una cirugía de rutina se transformó en una dura pesadilla: fue drogada, golpeada y abusada sexualmente en uno de los quirófanos del nosocomio.

El hecho ocurrió el día 25 de agosto de este año. Su cirujano programó la intervención quirúrgica debido a la gravedad de su cuadro de salud: sufría frecuentes dolores y cólicos biliares que iban empeorando cada día. Por esa razón, ese día al mediodía llegó acompañada de su marido al Sanatorio Güemes para ser sometida a la cirugía que le iba a quitar aquellas dolencias que la tenían a maltraer durante los últimos meses.

Acompañada de una enfermera, Noelia comenzó a prepararse para la intervención: se sacó su ropa, la puso en una bolsa y se colocó la indumentaria de quirófano. “Quedé a la espera de que vinieran a buscarme, me informaron que llegaría un camillero cuando el quirófano estuviera listo para realizarme la cirugía”, relató la joven de 27 años en la denuncia que quedó en manos Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Nro 47.

Según relató, pasadas las 13 de la tarde un hombre pasó a buscarla y la trasladó al quirófano ubicado al frente del designado originalmente para realizarse la operación. “Me dirigió por unas rampas y me dejó en el quirófano. Me dio como explicación que iban a tardar unos minutos ya que habían operado –anteriormente- a una paciente COVID positivo y que justo en ese horario era el cambio de guardia”, agregó la víctima.

En el quirófano estaban presentes el anestesista -entraba algún hombre que ya se retiraba- dos supuestos médicos y Noelia recordó haber escuchado una voz femenina. “Yo estaba muy tranquila y había un ambiente normal. Las personas me hablaban de manera amable, yo tenía todo un equipo de protección puesto en mi cabeza entonces miraba solamente el techo del quirófano. Se me puso una vía intravenosa”, recordó.

Minutos después, el anestesista le dijo que le iba a colocar una droga previa a la anestesia que le iba a permitir adaptarse mejor a ella. “Me sentí mareada, también me preguntó si podía abrir la mandíbula con facilidad para poder entubarme, también me colocaron unos parches tipo electrodos en los hombros y el pecho. Yo acepté, pese a que anteriormente pasé por varias intervenciones quirúrgicas”, señaló.

Claro está, antes de esta cirugía, Noelia supo someterse a una cesárea, una cuadrantectomía mamaria de ambos lados y a un legrado: “Jamás me dieron algo similar, ni sentí lo que viví cuando me suministraron esa droga. Comencé a sentir que todo en la habitación daba vueltas me sentí mareada, desorientada y asustada y no tengo nación del tiempo que pasaba, veía todo moverse de abajo hacia arriba y en algún momento perdí el conocimiento”.

La víctima se despertó tiempo después, aunque perdió la noción del mismo. Estaba en la sala, junto a otras personas, pero los supuestos cirujanos que la atendieron y drogaron ya no se encontraban. “Lo primero que sentí al recuperar el conocimiento fue muchísimo dolor por lo cual se me suministró Tramadol y luego yo misma me pasé a la camilla en la cual me llevarían a la sala de recuperación”, contó.

Allí la esperaba su esposo. Cuando se reencontraron ya eran pasadas las 16 y la enfermera le avisó que debía cumplir un protocolo de reposo de algunas horas: comer, orinar y luego podía retirarse. “Mi esposo me ayudó a cambiarme y notó marcas en mi cuerpo y me preguntó qué eran, a lo que yo respondí que se quedara tranquilo porque tenía pervinox o algún líquido similar color marrón”, resaltó.

Ya en su domicilio, los dolores no cesaban y algo la “perturbaba”: “Me sentía muy dolorida y perturbada, una sensación rara, algo que no me dejó dormir tratando de recordar sin saber qué. Estuve toda la noche despierta. Al otro día procedí a bañarme, seguí las instrucciones de la doctora al pie de la letra. Les mandé un mensaje de WhatsApp a ambos… me aconsejó tomar Buscapina. Pero la perturbación era mayor al dolor, algo no estaba bien”.

Fue cuando pasó lo peor: el 27 de agosto, dos días después de la cirugía, su marido volvió a notar las marcas en sus piernas, en la cara interna de los muslos y glúteos. “Yo apenas podía verme ya que tenía el abdomen inflamado, luego me tomé fotos para poder ver que tenía y fue allí cuando me encontré con el peor de los escenarios: tenía dos moretones grandes en las caras internas de los muslos”, aclaró.

Noelia también observó que tenía dos marcas de manos y dedos, producto de golpes, en las nalgas y en las piernas: “Cuando me los logré ver a través de las fotos y del espejo caí en una angustia y miedo que nunca había sentido, esas marcas que solo estaban en mis partes íntimas bajas me estaban diciendo que algo no andaba bien, no encontraba explicación lógica por lo que comencé a llamar a la línea de asesoramiento por violencia de genero”.

Angustiada, llamó al 911 y rápidamente llegó a su domicilio un móvil policial. Luego de tomarle testimonio, los oficiales realizaron una consulta al fiscal de turno y se abrió un protocolo por averiguación de abuso sexual. Noelia fue trasladada al Hospital de Ramos Mejía, donde fue sometida a distintos análisis que confirmaron que las lesiones coincidían con un horario de evolución 48 horas.

De acuerdo con el protocolo, los médicos del hospital Ramos Mejía le propinaron una dolorosa inyección y 9 pastillas que tuvo que tomar todas juntas causándole un fuerte dolor abdominal, diarrea y nauseas. “Me explicaron que era un tratamiento que duraba 30 días y era para prevenir un embarazo no deseado o cualquier tipo de enfermedad de transmisión sexual. Me hicieron un test rápido de HIV más hepatitis los cuales dieron negativo”, remarcó.

La denuncia se encuentra en manos del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Nro 47 y la abogada de Noelia, Raquel Hermida Leyenda, denunció que el Sanatorio Güemes “aportó pruebas erróneas y oculta otras”. “No encontramos las verdaderas imágenes de las cámaras de seguridad, nos muestran otras pacientes. Tampoco aportaron pruebas y nos dieron informes falsos de aquel día”, relató la letrada.

Según explicó, Noelia toma “muchos medicamentos” recetados a causa del stress post traumático y el miedo que le ocasionó el hecho: “El Sanatorio aportó videos de otro horario, pero del mismo día y está ocultando cosas. Noelia tenía en la cola las marcas de dos manos de hombres de tamaños diferentes”. Actualmente, la víctima está en pleno tratamiento psicológico y fue derivada a una interconsulta con un psiquiatra: Jefe de departamento de salud mental del sanatorio Méndez, el cual le diagnóstico stress post traumático y le recetó dos medicaciones para atenuar sus síntomas de “ansiedad, peligro, insomnio, miedo, pesadillas y alteraciones en la alimentación”: “Fui para una operación de urgencia y me arruinaron la vida”, sentenció la joven mamá de 27 años.

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