Los científicos no están seguros de la causa de la obnubilación, que varía mucho y afecta incluso a personas que solo presentaron síntomas leves a causa del COVID-19 y que no tenían enfermedades preexistentes
Después de contraer coronavirus en marzo, Michael Reagan olvidó todos los recuerdos de sus doce días de vacaciones en París, a pesar de que el viaje había sido unas semanas antes.
Varias semanas después de que Erica Taylor se recuperó de sus síntomas de náuseas y tos por COVID-19, se volvió despistada y olvidadiza, y ni siquiera podía reconocer su propio auto, el único Toyota Prius en el estacionamiento de su complejo de apartamentos.
Lisa Mizelle, una enfermera especializada veterana de una clínica de urgencias, que enfermó a causa del virus en julio, ahora olvida los tratamientos de rutina y los análisis de laboratorio, y debe consultar con sus colegas la terminología que solía saber automáticamente.
“Salgo de la habitación y no puedo recordar lo que el paciente acaba de decir”, aseguró, y añadió que si no hubiera agotado su permiso por incapacidad se tomaría más tiempo libre.
“Me asusta pensar que estoy trabajando”, dijo Mizelle, de 53 años. “Siento que tengo demencia”.
Este síntoma se está dando a conocer como “niebla mental” por COVID-19: se trata de síntomas cognitivos preocupantes entre los que pueden estar la pérdida de la memoria, confusión, dificultad para concentrarse, mareos y dificultad para comprender palabras cotidianas. Cada vez hay más sobrevivientes de COVID-19 que afirman que la obnubilación está perjudicando su capacidad para trabajar y vivir con normalidad.
“Hay miles de personas que la padecen”, señaló Igor Koralnik, director de enfermedades neuroinfecciosas en el centro médico de Northwestern Medicine en Chicago, quien ya ha atendido a cientos de sobrevivientes en una clínica que atiende a personas que sufrieron de COVID-19. El efecto en la fuerza laboral que se ve afectada va a ser significativo, añadió.
Los científicos no están seguros de la causa de la obnubilación, que varía mucho y afecta incluso a personas que solo presentaron síntomas leves a causa del COVID-19 y que no tenían enfermedades preexistentes. Las teorías más destacadas son que surge cuando la respuesta inmunitaria del cuerpo ante el virus no se detiene o que se debe a la inflamación de los vasos sanguíneos que van al cerebro.
La confusión, el delirio y otros tipos de trastornos a las funciones mentales, llamados encefalopatía, se han producido durante la hospitalización por problemas respiratorios derivados del COVID-19, y un estudio reveló que esos pacientes necesitaban periodos de hospitalización más prolongados, tenían índices de mortalidad más elevados y a menudo no podían realizar sus actividades diarias inmediatamente después de la hospitalización.
No obstante, las investigaciones acerca de la “niebla mental” de larga duración apenas están comenzando. Un informe francés de agosto sobre 120 pacientes que habían sido hospitalizados reveló que el 34 por ciento tenía pérdida de memoria y el 27 por ciento tenía problemas de concentración meses después.
En una encuesta que se publicará próximamente y que se realizó entre 3930 miembros de Survivor Corps, un grupo de personas que se han puesto en contacto para hablar sobre la vida después del COVID-19, más de la mitad reportó que tuvo dificultades para concentrarse o enfocarse, comentó Natalie Lambert, profesora de investigación adjunta de la Facultad de Medicina de la Universidad de Indiana, quien ayudó a dirigir el estudio. Fue el cuarto síntoma más común de las 101 afecciones físicas, neurológicas y psicológicas a largo y corto plazo que informaron los sobrevivientes. Una tercera parte o más de los encuestados reportó problemas de memoria, mareos o confusión.
“Es debilitante”, afirmó Rick Sullivan, de 60 años, de Brentwood, California, quien ha tenido episodios de confusión mental desde julio, después de superar una batalla de varias semanas con problemas respiratorios y dolores corporales a causa del COVID-19. “Me vuelvo casi catatónico. Siento como si estuviera anestesiado”.
Los estragos del trabajo
Cuando Taylor, de 31 años, se contagió a mediados de junio, pensó que solo necesitaría un breve descanso de su trabajo como abogada en una organización sin fines de lucro de Atlanta que ayuda a inquilinos de bajos ingresos.
No obstante, se desorientó tanto que lavó el control remoto del televisor con su ropa sucia y tuvo que devolver un perro que había adoptado recientemente porque no podía confiar en sí misma para cuidar de una mascota.
Una mañana, “todo en mi cerebro era estática”, narró. “Estaba sentada al borde de la cama, llorando y pensando: ‘Algo anda mal; debería estar pidiendo ayuda’, pero no podía recordar qué debía pedir o a quién debía pedírselo. Olvidé quién era y dónde estaba”.
En julio, creyó que había mejorado y le dijo a su jefe que podía volver, pero después de otro episodio de “estática”, le envió un mensaje que decía: “Tengo miedo. De verdad quiero volver al trabajo, pero me sigo cansando y confundiendo mucho”. Él le sugirió que descansara y se curara.
Volvió a trabajar a principios de agosto, pero su mente divagaba y leer correos electrónicos le parecía “como leer en griego”, explicó. En septiembre, su jefe la instó a que tomara un permiso de trece semanas.
“Al final llegaron a la conclusión de que debía dejar mi puesto”, dijo Taylor, quien solicitó ser voluntaria de la organización sin fines de lucro mientras estaba de licencia, pero le dijeron que no. “Para ser sincera, estoy destrozada”.
Reagan, de 50 años, quien pasó cinco días entrando y saliendo de hospitales, al principio retomó su trabajo como especialista vascular para una empresa que fabrica endoprótesis y catéteres.
Sin embargo, los temblores en los dedos y las convulsiones, síntomas neurológicos que a veces acompañan a la obnubilación, significaban que “de ninguna manera iba a entrar a una cirugía a enseñarle a un médico cómo suturar una arteria”, señaló.
En las reuniones, “no logro encontrar las palabras”, dijo Reagan, quien ahora se ha tomado una licencia. “Siento que sueno como un idiota”.
Antes de que Mizelle se contagiara del virus en julio y fuera hospitalizada con neumonía durante cinco días en agosto, atendía sola a seis pacientes por hora en su clínica de Huntsville, Alabama, pero recientemente, afirmó: “Le dije a nuestra programadora que no puedo trabajar sola porque soy lenta para pensar, estoy mareada y solo necesito que alguien más esté allí para trabajar conmigo”.
Dijo que, a veces, en las salas de auscultación “trato de ser hábil con el paciente para que no se dé cuenta, porque uno no quiere que su médico no tenga claridad de pensamiento, lo cual es bastante aterrador”.
En busca de respuestas a una causa misteriosa
La causa de la “niebla mental” es un misterio en parte porque los síntomas son muy variados.
“La respuesta más sencilla es que la gente sigue teniendo una activación inmunitaria persistente después de que la infección inicial remitió”, aseveró Avindra Nath, director del departamento de infecciones del sistema nervioso del Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos y Accidentes Cerebrovasculares de Estados Unidos.
La inflamación de los vasos sanguíneos, o de las células que recubren los vasos, podría estar relacionada, señaló Serena Spudich, directora del departamento de infecciones neurológicas y neurología global de la Escuela de Medicina de Yale. Las moléculas inflamatorias que se liberan en respuestas inmunitarias efectivas, “también pueden ser una especie de toxinas, que afectan en especial al cerebro”, dijo.
Los accidentes cerebrovasculares minúsculos pueden ocasionar algunos síntomas, comentó Dona Kim Murphey, neuróloga y neurocientífica, quien ha experimentado en carne propia problemas neurológicos luego del coronavirus, incluyendo el “síndrome de la mano ajena”, en el que sintió una “sensación muy extraña en mi mano izquierda, como si no entendiera por qué estaba en la posición en la que se encontraba, lo cual me cautivó de verdad”.
Otras posibles causas son las reacciones autoinmunes “cuando los anticuerpos atacan por error a las células nerviosas”, explicó Spudich.
Cuando los nervios dañados envían señales erróneas, pueden presentarse síntomas como hormigueo o entumecimiento, dijo Allison Navis, especialista en enfermedades neuroinfecciosas del Sistema de Salud Monte Sinaí. Algunas personas que padecen obnubilación siguen presentando problemas pulmonares o cardíacos que pueden exacerbar los síntomas neurológicos.
Los neurólogos aseguran que, hasta ahora, las resonancias magnéticas no han mostrado áreas cerebrales dañadas.