Luis siempre había soñado con ser papá y desde 2010, junto a Luján, intentaron cumplirlo. En 2018, a Lucas y Candela, se sumaron Valentina, Mía y Guada que esperaron, en un hogar de Santiago del Estero, dos años para tener una familia.
Cuando Luján se reencontró con Luis en Santiago del Estero, ella ya era mamá de Lucas y Candela. Ambos estaban separados y él le contó que no podía tener hijos biológicos, pero que soñaba con ser papá. “Primero fuimos amigos en la secundaria, después socios y al final nos enamoramos y formamos una familia”, cuenta Luján a TN.com.ar.
“Nací en Tucumán, hice la primaria en Buenos Aires y la secundaria en Santiago del Estero porque de allí era mi papá. Mi marido Luis, o ‘Piri’ como le dicen, era mi compañero de clase y mi mejor amigo. Cuando terminamos la escuela, él se fue a estudiar para infante de marina. Un tiempo después, a mí me marcó un accidente de tránsito en el que murieron mi papá, tres de mis hermanos y mi sobrinita. Quedamos mi mamá, mi hermana y yo. Las dos nos casamos y quedamos embarazadas muy jovencitas. Creo que para devolverle un poco de felicidad con los nietos a mamá”, recuerda.
Aunque se casó, tuvo a sus hijos y se fue a vivir a Tucumán, seguía encontrándose a Piri cuando iba a Santiago del Estero y se reunía con amigos del colegio. “Mi matrimonio anterior duró ocho años. Con mi ex teníamos una buena relación, pero él trabajaba fuera de la ciudad y nos veíamos solo los fines de semana. Cuando mi segunda hija, Candela, estaba por cumplir dos años le pusimos punto final, nos divorciamos y me mudé con mis hijos a Santiago del Estero”.
Allí, se encontró con su amigo de toda la vida que se había retirado de la infantería de marina, después de ser condecorado por unirse a la misión de los Casos Azules en la Guerra del Golfo. Piri, tras diez años de casado, había empezado los trámites del divorcio. “Como sabía que tenía una empresa chica de seguridad, le propuse que nos asociáramos para armar una más grande juntos . De amigos, pasamos a socios y después de un tiempo me di cuenta de que me había empezado a gustar. En 2010 no pusimos de novios”.
No solo era una relación de novios, ella tenía a Lucas y Candela: “Cande tenía 6 años cuando empezamos la relación y -obviamente- mis hijos lo conocían de antes, pero el vínculo entre ellos se fue construyendo con el tiempo. De a poco se fueron queriendo cada vez más. Al año nos fuimos a vivir juntos”.
El anhelo de Luis de paternar
Aunque no podía tener hijos biológicos, “Piri” le transmitió a Luján su deseo de ser padre. “Yo le había preguntado más de una vez si quería tener hijos y él me contestaba que anhelaba ser papá, enseñarle a alguien, brindarle la oportunidad de una familia a un chico”.
Si bien los hijos de Luján tenían una relación excelente con su papá, generaron con el tiempo un vínculo muy fuerte con Luis. “Siempre le digo a mi marido que él fue padre adoptivo antes que yo. Los chicos dicen que tienen al biológico y a Piri, el del corazón”.
El haber sido primero amigos facilitó el diálogo, siempre sincero entre ellos. “Yo ya había sido madre, y reconozco que no la pasaba bien en el embarazo. Siempre decía que si me salteaba eso, podía tener diez hijos. Por otra parte, ya había tenido el varón y la nena, pero nunca en esa ecuación había pasado por mi mente que me iba a enamorar y soñar con tener más hijos con esa persona”.
Agrandar la familia
Cuenta que una vez que decidieron embarcarse en el proyecto de tener un hijo, primero barajaron la posibilidad de intentarlo con un tratamiento en el que ella quedara embarazada de un donante. Durante el proceso, descubrieron que tenía un problema en las trompas. “Hicimos una inseminación in vitro que no dio resultado y como siempre había estado en nuestros planes la idea de adoptar, nos enfocamos en eso”.
La pareja reconoce que no sabían mucho de adopción, pero que el deseo de él de ser papá los llevó a lograrlo. “Para eso, tenían que salir los trámites del divorcio de Luis. En ese entonces, vivíamos en concubinato y la ley- no se había modificado el Código Civil- no nos permitía hacerlo juntos, así que primero nos anotamos por separado”.
Yo era divorciada, pero en los papeles vivía con un extraño y desde el juzgado me decían que no podían entregarme a una criatura en ese contexto. No bajamos los brazos y pese a que yo no me quería casar, acepté hacerlo si esa era una condición indispensable para anotarnos juntos”.
Todo se demoraba por los trámites: “Siempre decimos que el divorcio de él fue el más largo de toda la Argentina. A nosotros no nos llevo tanto tiempo la adopción, pero sí el divorcio. Lo más terrible es que nuestras nenas podrían haber estado con nosotros mucho tiempo antes”.
Cuando llegó la noticia sobre los cambios en el Código Civil, ya se habían presentado juntos con la carpeta en el registro de Santiago del Estero. “Pasaron millones de cosas en el medio, pero todo el tiempo que transcurrió, los años de espera, hicieron que nos interiorizáramos más en el tema y nos dio otra perspectiva gracias al grupo Ser Familia por Adopción. Yo empecé a estudiar psicología y tuve la suerte de conocer a la actual directora de hogar de adolescente Sandra Alieno, que en ese momento era profesora de una materia de la facultad y trabajaba en el instituto. Le comenté que queríamos adoptar y ella nos permitió conocer la realidad de las chicas que vivían ahí”.
“Un día les llevé unos juegos de sábanas para las camas del hogar y conocí algo de la realidad de las chicas. Volví a casa con una sensación extraña y hablé con Luis sobre la situación de los chicos que viven en hogares y la importancia de que adoptáramos a un niño más grande.
Haber visto a las chicas en el hogar, marcó su camino. “Presentamos una carta en el Registro Único de Adoptantes de Santiago del Estero, sumamos una foto de la familia y contamos qué intenciones teníamos. Allí explicamos que queríamos dar la oportunidad a los chicos más grandes. Nosotros habíamos pasado muchas cosas feas en nuestra niñez y entendíamos que no teníamos la culpa, como tampoco la tienen los menores que viven en los hogares. Ellos no tienen la culpa de haber llegado ahí”.
Pese a que ya regía la posibilidad del “divorcio exprés”, a ellos no les salió porque la jueza quería que se hiciera con el expediente y la ley vieja. “Nosotros ganamos tiempo y empezamos a hacer los talleres del RUA. Ahí los profesionales daban charlas sobre diversas temáticas para explicar lo que realmente significa adoptar y descubrimos que el denominador común de casi todas las parejas era que querían un bebé. El equipo se esforzaba por concientizar sobre la adopción de chicos más grandes, pero los postulantes contaban que su deseo era que el chico no tuviera más de dos o tres años, máximo cinco”.
El hecho de haber sido madre antes, hizo que Luján tuviera otra mirada: “Para mí que hablaran de niños de 13 o 14 años como si fueran adultos me parecía un absurdo. Que nadie los quiere porque ‘son grandes’. Grandes de qué. Siguen siendo niños. Nosotros en la carta inicial que presentamos con fines adoptivos indicamos que nos ofrecíamos para niños más grandes y hasta tres hermanos porque pensamos que donde comen dos, comen tres”.
“La única salvedad que hice fue que los chicos no tuvieran una discapacidad dependiente como una parálisis cerebral porque no me sentía capacitada para hacerme cargo, pero por lo demás, no teníamos ningún pero. La gente del RUA sabía que estábamos dispuestos a adoptar un grupo de hermanitos”.
“No sos rubia”
“Habíamos esperado más de siete años para conseguir el maldito papel que faltaba para poder completar nuestra carpeta: el del divorcio de Piri. Cuando por fin la tuvimos lista, fuimos evaluados y tuvimos nuestro ansiado Apto. Una persona que siempre nos acompañó es Claudia Juárez que es actualmente la directora de la DINAF”.
En menos de una semana ya habían tenido entrevistas con las psicólogas y trabajadoras sociales y les aseguraron que tendrían novedades rápìdo. El 28 de agosto los llamó Carolina Agüero, la directora del RUA, para contarles sobre tres hermanitas que estaban en el hogar. “Teníamos que ir al juzgado de La Banda para dar nuestra respuesta formal de la intención de querer conocer a las nenas. Ahí nos esperaba la jueza Taboada – con una sonrisa de oreja a oreja-. En unos minutos la oficina estaba llena : jueza , gente del RUA , del hogar de niños, nosotros. Era como una minicumbre de potencias representantes de algo enorme por suceder”.
Enseguida la titular del juzgado de familia de La Banda les preguntó si querían conocer a las nenas y ellos no dudaron. Nos confiaron que las chicas estaban muy ansiosas y que si podíamos, el encuentro se podía concretar esa tarde. “La jueza Taboada redactó el acta y salimos con taquicardia. Llegó la hora acordada y fuimos al encuentro. Habíamos quedado en ir al Centro Cultural de Santiago del Estero que queda en pleno centro y tiene un bar muy lindo”.
“Cruzar la puerta se convirtió en una escena en cámara lenta. Allí estaba ellas, a 10 metros de nosotros tomadas de la mano de las asistentes y trabajadora social que supervisaban los encuentros”.
“Mamá, papá gritaron mientras se echaron en nuestros brazos. Lloramos un montón y eso que habíamos acordado con mi marido no hacerlo para no asustarlas, pero la emoción era muy fuerte. En medio de todas esas emociones, la del medio me dijo ‘no sos rubia’, y yo le contesté ‘vos no tenés rulos’”, recuerda Luján.
A partir de ese momento empezó el período de vinculación. “Te emocionás, las mimás, vas a los parques, a los jueguitos. Las pasábamos a buscar por la escuela, íbamos a merendar y al final, cuando nos autorizaron desde el juzgado, venían a cenar a casa y después las teníamos que llevar al hogar que era todo un llanto porque querían quedarse con nosotros. Eso aceleró los trámites y el 7 de septiembre de 2018 les otorgaron la guarda con fines adoptivos y seis meses después la jueza nos recibió y nos dijo que habían hecho un seguimiento y que les daba la adopción plena y que podíamos labrar las actas de nacimiento”.
Un dato que a Luján le parece importante destacar es la diferencia entre las experiencias de cada una de sus hijas después de dos años de vivir en un hogar. “El rechazo a los chicos más grandes es lo más doloroso. La más chiquita se la pasaba con familias de acogida porque era un bebé, la del medio -como parece más chiquita- también la pasaban a buscar para pasear, pero a Vale que es la más grande, no la llevaban a ningún lado. Nos contó que solo una vez una pareja la fue a visitar y la invitó a pasear”.
Para siempre juntos
“Primero te enamorás de la idea, después empieza la construcción del vínculo y como padre, tenés la responsabilidad de demostrarle que los elegís para siempre. Si no estás preparado, preparate porque primero es la luna de miel con mamá y papá y después, lógicamente, vienen las otras etapas donde surgen sus historias de vida y tenés que estar a la altura de poder acompañarlos. Es una montaña rusa. Una de cal y una de arena”.
“Con cada una llevó su tiempo la construcción del vínculo. ‘Mamá y papá, te amo un montón’ está desde el comienzo pero el abrazo del click y la mirada diferente de cuando ellos te sienten su mamá existe. Me acuerdo perfecto cómo fue con cada una. Valentina hoy tiene 10 años y no le gustaba que la toquen los hombres. Fue una emoción total después de ocho meses de convivencia cuando se acercó a su papá que estaba sentado y lo abrazó por la espalda. Ella lo adoptó a él”.
La china, la del medio, un día de la nada me preguntó por qué tardé tanto en ir a buscarla al hogar. Son esos momentos sublimes con cada una de mis hijas que tienen un pasado, que pasaron muchas cosas, que llegaron con miedos, pero que nos llenaron de amor y construímos entre todos esta familia”.
Antes de terminar la nota, esta mamá de cinco cuenta una anécdota para que se entienda cómo es esto de ser una familia por adopción. “Era el primer cumpleaños al que iba una de las chicas, el resto de las mamás me hicieron la pregunta de por qué habíamos adoptado tres, cuando ya tenía hijos. Yo trataba de explicarles que se trata de brindar una familia y no “conseguir” un chico. Me sentí bien porque todas despejaron dudas y algunos preconceptos sobre las familias por adopción”.
El resultado es el amor asegurado, esta mamás de cinco los explica muy bien: “Dios nos dio la bendición de que seamos nosotros quienes les podamos brindar a mis hijas todo el amor y la contención que necesitan. Como le dije a mi marido el día que las conocí, sentí lo mismo en la sala de partos cuando tuve a mis hijos biológicos : ‘Ahí estás, voy a amarte para siempre’”.