Le confieso que siento vergüenza ajena y mucha indignación por la manera en que el ministro Daniel Gollán y su lugarteniente, Nicolás Kreplak, quisieron disfrazar la aparición de 3.523 fallecidos que no habían registrado.
Fue realmente un escándalo. Por la información tan macabra y por la forma en que la presentaron, como si fuera un logro revolucionario del gobierno de Axel Kicillof.
No tienen estómago ni escrúpulos. Vaciaron de contenido el hallazgo de más de 3.500 cadáveres que estaban ocultos en su burocracia e incapacidad de gestión.
Armaron un relato mentiroso e intentaron instalar la idea de que estaban presentando “una nueva herramienta que permitió la recategorización de algunos casos”. Me detengo un segundo. “Recategorización”, es una palabra que no existe en el diccionario. Y no existe en la realidad.
Es un término tan frío y tan impersonal como una planilla de Excel. ¿O no se dieron cuenta que los muertos son seres humanos? Debieron reconocer que fracasaron en todo el manejo sanitario y que despertaron serias sospechas con la manipulación de la información sanitaria.
Huyeron hacia adelante y poco menos que reclamaron aplausos y medallas. Es insólito. La realidad es la única verdad: se les hizo una bola de nieve y tuvieron que admitir que había 3.523 muertos más de lo que venían reconociendo.
Y esto confirma todas las sospechas que existían respecto del manoseo de los datos, según su conveniencia política. Esta mentira organizada fue parte de la lucha permanente del cristinismo por demostrar que la ciudad de Horacio Rodríguez Larreta es una porquería y que la provincia de Axel Kicillof es una maravilla.
Pero no se puede tapar el sol con las manos. Empezaron a aparecer en las redes muchas denuncias al respecto y se vieron obligados a decir la verdad. Pero como hacen siempre, maquillaron el descalabro de su administración e intentaron convertirlo en un avance notable.
Kicillof, incluso se quiso mostrar generoso y dijo que estaban dispuestos a “colaborar con la ciudad y con todas las provincias que quieran mostrar las estadísticas de la pandemia”.
Por eso las reacciones fueron tan contundentes. Los bloques parlamentarios provinciales de Juntos por el Cambio, responsabilizaron al “chiquito” como lo definió Cristina en su momento, por “ser un irresponsable que confió la gestión a funcionarios de dudosa profesionalidad”.
Pidieron la interpelación de Gollán por el evidente ocultamiento de la información pública” y aseguraron que fue “en gran parte para hostigar a Horacio Rodríguez Larreta en forma irracional. Basta de improvisación y mentiras”.
La diputada Graciela Ocaña, recordó que Kicillof, cuando era ministro de Economía, no quiso medir la pobreza para no estigmatizar a los que la padecían ¿Se acuerda? “Axel escondió a los pobres y ahora, a los muertos, concluyó Ocaña. Demoledor.
El colega Osvaldo Bazán en Twitter escribió que “Scioli escondió 200 muertos y Axel 3.550. Volvieron mejores”. A esta altura parece que Kicillof va a superar a Daniel Scioli no solamente en esto. También en ser el peor gobernador de la provincia de Buenos Aires. Tiene la provincia detonada por donde se la mire.
De hecho, después de anunciar los 3.500 muertos que estaban ocultos, solo recibió el apoyo de Máximo Kirchner, el príncipe heredero. Pareció premonitorio lo que declaró Luis Juez la semana pasada por televisión.
Dijo que todos los políticos tenían algún muerto en el placar. Pero que este gobierno tenía una morgue. No lo dijo por este tema de Buenos Aires.
Pero encaja como anillo al dedo. Adolfo Rubinstein, el ex ministro de Salud, tampoco dejó pasar las falsedades de Gollán y Kreplak: “Es inadmisible esta falta de transparencia frente al fracaso del gobierno. Tratan de convertir en gesta épica lo que es impericia”.
Pero lo más terrible fue la ironía de Jorge Lanata en su programa de anoche. Los responsables de la salud bonaerense habían buscado dos justificaciones y culpables para no quedar tan expuestos ni tan solos.
Primero dijeron que en muchos países del mundo existe este mismo problema de los errores a la hora de cargar los datos de los fallecidos. Entre otros países pusieron como ejemplo a Chile.
Tor Hugo Morales, hizo suyo ese argumento para defender lo indefendible y Lanata lo dejó en ridículo. Porque demostró que en Chile, frente al mismo inconveniente, la solución fue la renuncia del ministro, Jaime Mañalich.
Y Lanata, se preguntó si Tor Hugo iba a apoyar el pedido de renuncia de Gollán que hicieron varios opositores. Pero en este gobierno, por ahora, nadie renuncia, ni es reemplazado por su mala praxis. Por ahora, todos siguen.
Y digo por ahora porque en cualquier momento se viene una gran limpieza en el gabinete nacional que está lleno de inoperantes y mediocres. Gobierno de científicos, las pe…lucas.
Otro intento de sacar pecho en lugar de bajar la cabeza con humildad frente a las torpezas e irracionalidades cometidas, fue decir en boca de Kreplak que el resto de las provincias “tienen los mismos errores en el número de muertos”.
Más de lo mismo: nuevamente acusan a otros para diluir sus propias metidas de pata. Este periodista está en condiciones de afirmar dos cosas.
Primero: ni Córdoba ni la ciudad de Buenos Aires tienen esa tremenda magnitud de errores. Son las dos provincias más grandes después de Buenos Aires y estuvieron más atentos, profesionales y eficientes y tienen pequeñas demoras en la carga de datos.
Son gotas de agua al lado del océano de muertos que tuvo que confesar la gente de Kicillof. Segundo: si son realmente honestos los funcionarios bonaerenses van a tener que blanquear que tienen otros horrores informativos. Los resultados de los PCR y la información de los laboratorios, tampoco es fidedigna ni actualizada.
Hicieron todo a los ponchazos y así son los resultados que obtuvieron. Recuerde lo que le digo, en la cantidad de contagiados también hay inconsistencias muy serias.
El ministro Gollán en su perfil de Twitter pone que primero es militante político y después médico sanitarista. No hacía falta que lo aclarara. Se nota. Lástima que no fue al ministerio del interior a hacer política y fue al de Salud donde se necesita gente capacitada y de excelencia. Militantes, sobran. Faltan científicos y expertos.
En un minuto anunciaron 12.566 muertos en lugar de 9.043 y no se les movió un músculo de la cara. Dieron vueltas, titubearon al hablar, utilizaron eufemismos, pero no pidieron disculpas ni presentaron la renuncia. Por el contrario, se exhibieron como líderes emancipadores y creadores de una metodología extraordinaria.
Axel y Gollán no están solos. Son los protegidos de Cristina. Pero a la hora de los escándalos y salvajadas de gestión están todos juntos. Ginés se cansó de decir inexactitudes y torpezas. Que solo era una gripecita, que estaba más preocupado por el dengue o que lo sorprendió que el virus llegara tan rápido.
Alberto Fernández igual. O peor porque es el presidente. Le dijo al cantante Residente que ya teníamos dominado al virus. Apenas habían pasado diez días de cuarentena y Alberto arremetió con su Sarasa.
El presidente, además, con sus tristemente célebres filminas, se cruzó con muchos países en comparaciones falsas. Con Suecia y con Chile, llegamos al papelón. Porque esos países están mejor que nosotros.
Hoy tuvo que reconocer que “la pandemia dejó más muertos de los que creíamos”. La mesa nacional de Juntos por el Cambio le contestó que “la realidad habla por sí misma: la economía se destruye día a día y la salud, también”.
Y Santiago Cafiero llegó a decir en radio Mitre que “Imaginen lo que hubiera sido esta pandemia con Macri gobernando: una catástrofe. Nuestras medidas anticipatorias hicieron que no tuviéramos más muertos”.
Triunfalismo pavote. Y la verdad es que la actualidad es una catástrofe conducida con soberbia y un gran desconocimiento de la realidad. Demasiada altanería, poca gestión. Demasiada Cristina y excesivo autoritarismo.
¿O no se acuerda cuando Alberto habló de que si no lo entendíamos por las buenas, lo íbamos a entender por las malas? Alberto y Axel argumentaron sus atropellos porque elegían la salud por sobre la economía. Hoy los datos disponibles, confirman que fracasaron en las dos.