Los padres de Milagros quedaron detenidos por el infanticidio. La trama de abusos y violencia detrás del aberrante crimen.
Milagros Soledad Suárez vivió poco más de ocho meses. Los primeros seis los pasó internada en el sector de neonatología del hospital de Samic de Oberá porque había nacido prematura. Recién entonces pudo volver a su casa con sus padres, y este fin de semana la enterraron en el cementerio de Campo Grande. De acuerdo a las primeras pericias, la menor fue asesinada y abusada sexualmente.
Tras la muerte de la bebé su mamá, de 20 años, y su pareja, de 39, quedaron detenidos bajo la más cruel de las sospechas: “infanticidio agravado por el vínculo y la convivencia preexistente con presunción de paternidad, encubrimiento, abuso sexual, con acceso carnal”.
La policía llegó el viernes hasta la humilde casilla del barrio “Exruta 14” por un llamado al 911, pero Milagros ya estaba muerta cuando ingresaron al domicilio. Tras conocer el informe de la autopsia, una fuente cercana a la causa sostuvo en diálogo con El Territorio que se trata de “un caso aberrante e incalificable, sin precedentes en la jurisdicción”.
La primera médica que tuvo contacto con el cuerpo de la menor constató que presentaba “lesiones” en las zonas genitales compatibles con un abuso sexual. Su afirmación fue ratificada después por el médico de la Policía, Tomás Guiso, que detectó múltiples lesiones en la cabeza, en la cornea, en las zonas genitales, los glúteos y el hombro. Las marcas se tratarían de maltratos anteriores, y también detectaron indicios de abandono y signos de violencia física en los hermanos de Milagros, tres varones de 7, 5 y 3 años.
Yésica Fleitas, empleada municipal y conocida de la familia de la víctima, habló con el mismo portal y describió el clima de violencia que existía en esa casa. “La criatura nació prematura porque el 24 de diciembre el hombre le dio una paliza a la mujer. Puso música fuerte y le pegaba, por eso ella tuvo la beba en la propia casa. Le quisimos ayudar pero él nos corrió con machete”, aseguró.
Sobre el día del fatal desenlace, manifestó que cerca del mediodía vio al padre de la víctima salir de la casa en moto con su hijo mayor y minutos después la esposa se acercó a su casa para pedirle prestado el teléfono. “Tu mujer te habla, la guaina murió hijo de una gran pu… y vos sabés de qué”, recordó. Ella le preguntó entonces qué había pasado pero la respuesta de la otra fue fría y tajante: le dijo que no se podía hacer nada.
Ahora, los tres hermanos de la víctima quedaron bajo el cuidado de su abuela paterna, Rafaela Palacios. “Yo no sé lo que pasó. Lo único que quiero es que mis nietos no se desparramen por ahí. Los quiero cuidar mientras pueda”, manifestó quebrada por el llanto.