Durísima carta de la Diócesis de Orán en tiempos de pandemia

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Obispo Mons. Luis Antonio Scozzina

El Equipo Pastoral para el Desarrollo Humano Integral de la Diócesis de la Nueva Orán junto al Obispo Mons. Luis Antonio Scozzina dieron a conocer una carta en el marco de las Fiestas Patronales de San Ramón Nonato donde vierte duras críticas a las injusticias sociales, la pobreza estructural, la debilidad del sistema de salud y la inequidad existente en las condiciones socio-sanitarias de muchas familias carenciadas por la falta de un trabajo digno, la falta de agua potable, de problemas de posesión de la tierra y de viviendas dignas

También se refiere a la carencia de políticas públicas, y que subsisten ciertas prácticas clientelistas que dañan y ofenden la dignidad de los hermanos más necesitados. Dice que “es lamentable constatar ciertos hechos de corrupción de algunos comerciantes y proveedores que lucran con la necesidad de los pobres y excluidos y triste ver algunos sectores de la dirigencia política utilizar la situación de pandemia para sus propios intereses políticos.  La desprotección del personal sanitario para cumplir con su misión y la falta de recursos suficientes en los hospitales y centros de salud.

Señala algunos rasgos de autoritarismo que ponen de manifiesto las autoridades del COE Comité Operativo de Emergencia.

CARTA AL PUEBLO DE DIOS EN TIEMPOS DE PANDEMIA

                                                                          Diócesis de la Nueva Orán – Salta

“Alégrense en la esperanza, sean pacientes en la tribulación y perseverantes en la oración” (Rm.12,12)
Los miembros de las distintas pastorales que conforman el Equipo Pastoral para el Desarrollo Humano Integral de la Diócesis de la Nueva Orán junto a su Obispo, con motivo de la Fiesta Patronal de San Ramón Nonato, queremos manifestar nuestro acompañamiento y cercanía a todos los que padecen las consecuencias de la pandemia del COVID 19. Al mismo tiempo, buscamos discernir las exigencias de la presencia del Reino y los desafíos propios en nuestro territorio.

1. Signos que alientan la esperanza

A nuestro humilde entender, se pueden comprobar importantes esfuerzos por aliviar el dolor de muchos hermanos, afectados directamente por el nuevo virus, o por sus consecuencias, y de muchos otros que siguen sufriendo carencias importantes.
Lo primero que observamos, es la disponibilidad y servicio de muchos trabajadores (enfermeros, médicos, fuerzas de seguridad, voluntarios) que dan su tiempo arriesgando su salud. La generosidad de las comunidades parroquiales, religiosos/as y consagrados/as y de Cáritas diocesana y de distintas comunidades cristianas, movimientos sociales y muchos otros; que se han puesto al servicio de la comunidad, acompañando los COE, organizando comedores comunitarios, asistiendo a las familias necesitadas para responder a la coyuntura como comunidad organizada. Es indudable que detrás de todos ellos, está el “buen Espíritu” que anima y entusiasma.

Igualmente, surgen a diario, aportes de otros hermanos que, sensibles a lo que pasa lejos de su realidad personal y familiar, ofrecen su dinero y su tiempo para aliviar, en algo, al hermano lejano y desconocido. Muchos de estos gestos son comunitarios, otros son samaritanos anónimos que salen de su pequeño mundo para sanar las heridas de los que están en el camino.

En nuestra querida Iglesia diocesana, surgen y se multiplican colaboraciones de distinta índole (oraciones y súplicas por los afectados y sufrientes), trabajos solidarios en ámbitos diversos, donaciones y gestiones para conseguir alimentos, agua, y demás elementos básicos que muchos hermanos carecen.

Valoramos también que algunos organismos estatales y empresas privadas modifican su esquema habitual de trabajo para ponerse al servicio de quienes más necesitan, en esta especial coyuntura, sanitaria, ecológica y social.
Se manifiesta también la riqueza de la diversidad presente y de la diversidad de respuestas ante la situación desde los propios saberes y recursos. En el ámbito de las comunidades originarias verificamos que apelan a sus conocimientos ancestrales para el cuidado de su salud ante la situación de desprotección y abandono. La “vuelta al monte” como en algunas comunidades Wichi, es un modo de preservarse y recuperar la experiencia de la madre tierra como casa común.

En este tiempo de confinamiento obligatorio muchas familias han revalorizado la naturaleza y el medio ambiente como lugar de encuentro. Descubriendo un nuevo modo de relacionarse más armónicamente con toda la creación.

2. Llamados a la conversión personal y comunitaria

Como consecuencia del cambio de dinámica social, impuesta por las circunstancias socio-sanitarias, vemos se han profundizado las latentes injusticias sociales y la fragmentación del tejido social de nuestras comunidades que ya se venían notando anteriormente:

– Se agudiza la situación de pobreza estructural de nuestro norte manifestada en la debilidad del sistema de salud para enfrentar la pandemia y otras enfermedades crónicas de la región. La desprotección del personal sanitario para cumplir con su misión y la falta de recursos suficientes en los hospitales y centros de salud.

– Se visibiliza la inequidad existente en las condiciones socio-sanitarias de muchas familias carenciadas por la falta de un trabajo digno, la falta de agua potable, de problemas de posesión de la tierra y de viviendas dignas. Sigue siendo escaso el servicio de agua potable en las comunidades, asentamientos o barrios populares. El agua es clave para tener condiciones sanitarias adecuadas.

– Se observa la carencia de políticas públicas que atiendan al interior profundo que garanticen los derechos humanos básicos como la salud y el trabajo digno. Algunos la carencia de políticas públicas. (ej. IFE). Subsisten ciertas prácticas clientelistas que dañan y ofenden la dignidad de los hermanos más necesitados.

– Es lamentable constatar ciertos hechos de corrupción de algunos comerciantes y proveedores que lucran con la necesidad de los pobres y excluidos. Es triste ver algunos sectores de la dirigencia política utilizar la situación de pandemia para sus propios intereses políticos. Es preocupante la intensificación del narcomenudeo y de la trata de personas ante la situación de indigencia.

– Nos preocupa las dificultades en la toma de decisión gubernamental, la posibilidad de “ser escuchados en las opciones y decisiones”, y de muchas medidas que se imponen por autoridades sanitarias (COE), que ponen de manifestó algunos rasgos de autoritarismo. Falta apertura al diálogo y a la búsqueda de consensos en las cuestiones de la gestión de la casa común.
– Se profundiza la indiferencia y el abandono hacia personas y grupos de personas que parecen no importar a la cultura imperante, o se relativiza su “ser objeto” de beneficios, y no “sujetos de derechos”. Se iguala a todos, en la categoría de pobres y destinatarios de ayudas, pero se pierde la gran posibilidad de enriquecer la “integración nacional” con la riqueza de la diversidad cultural y sus sabidurías ancestrales.

– Estamos llamados a una conversión personal y social porque nuestra sociedad está enferma no sólo del virus de la pandemia sino de “un sistema económico y productivo injusto que provoca relaciones injustas”, nos recuerda el Papa Francisco.

– La comunidad cristiana está interpelada a una profunda conversión, a superar nuestros miedos y aislamientos que nos vuelven cada vez más autorreferenciales. El Espíritu nos impulsa a salir al encuentro del otro y escuchar sus clamores y angustias. Estamos llamados a ser el buen samaritano que dedica su tiempo y sus bienes al hermano caído, porque allí se hace presente el rostro de Cristo sufriente.

– Necesitamos una conversión social que supone un camino de diálogo y de superación de las diferencias políticas, ideológicas, culturales o religiosas, que nos permitan sentarnos en una mesa común para buscar juntos las soluciones a los problemas más urgentes de nuestras respectivas comunidades.

3. Nuevos caminos de solidaridad y esperanza

La nueva pandemia del Coronavirus nos está permitiendo examinar algo más profundo y preocupante, que produce un sufrimiento cada vez más fuerte para la mayoría de los habitantes del planeta: la profunda brecha socioeconómica que va en aumento. Aquellos que controlan la cadena de producción y de distribución económica de las trasnacionales se están enriqueciendo a un ritmo vertiginoso, aun en estos tiempos inciertos de la pandemia, mientras los pobres, los excluidos, están empobreciendo, llevados al límite de la supervivencia. Son ellos quienes enfrentan los mayores riesgos y soportan las peores consecuencias de la pandemia porque no cuentan con nada, ni recursos de reserva, ni beneficios sociales significativos a los cuales recurrir. (Cf. Mensaje Ministro general OFM)

La llamada a la conversión comunitaria, a abrir nuestras mentes, nuestros corazones y vidas a una nueva forma de vivir juntos en este planeta es más urgente ahora que en cualquier otro momento de la historia humana. La conversión requiere que escuchemos «tanto el grito de la tierra como el grito de los pobres». (cf. Papa Francisco, Laudato Si’ 49).

Caminar juntos acompañando con nuestra solidaridad los procesos comunitarios de emprendimiento social. Fortalecer las pequeñas y medianas empresas que puedan ser inclusivas de los pobres, que promuevan a los últimos, que puedan trabajar por el bien común y, además, contemplen el cuidado de la casa común.

En un diálogo profundo y sincero, caminar juntos hacia la elaboración de planes de desarrollo integral, para una nueva época, valorando el aporte de todos, animando a los desanimados y socorriendo a los caídos. La armonía entre los diferentes sectores sociales y políticos, es imprescindible para realizar los cambios necesarios.

Fortalecer la realidad de los trabajadores de la economía popular con sus unidades productivas, y diseñar, en diálogo con todos los involucrados, políticas que contemplen las diferentes necesidades del sector y las modalidades de integración a la sociedad y al aparato productivo nacional.
Como comunidad cristiana, al servicio del “desarrollo humano integral”, es el momento de salir a las periferias sociales y existenciales, como pide nuestro Papa Francisco, para “escuchar a tantos invisibilizados por el sistema y la coyuntura”, dándoles la posibilidad de expresarse y hacer su aporte a la construcción de la “fraternidad humana”.

La imagen de la Iglesia como un “Hospital de campaña”, deberá ser la característica que nos identifique, y nos hermane en nuestro nuevo modo “ser Iglesia”. Las pastorales diocesanas y las comunidades parroquiales junto con otros sectores sociales y personas de buena voluntad serán imprescindibles para construir este “nuevo tiempo”.

La Iglesia, estando cercana a los pobres acompañando su vida cotidiana, hará posible que nadie se sienta extraño o excluido, porque implica a todos en un camino común de salvación. La esperanza se comunica también a través del consuelo y la oración que se realiza acompañando a las familias, uniéndonos en una plegaria común por todos los enfermos.

La alegría y la esperanza de la Buena Noticia de Jesús nos reconforta, y la intersección de San Ramón Nonato cuide y proteja la vida naciente. Que la exhortación de San Pablo: “Consideren como propias las necesidades de los santos y practiquen generosamente la hospitalidad” (Rm 12.13) nos oriente y aliente a celebrar con fe y esperanza nuestra fiesta patronal.

San Ramón de la Nueva Orán, 31 de agosto de 2020

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