Fuego “amigo” contra Horacio Rodríguez Larreta. Por Sergio Berensztein

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    La duración de la cuarentena empezó a erosionar la imagen de Alberto Fernández pero no así la del jefe de Gobierno porteño.

    Una de las sorpresas en el marco de esta pandemia fue la conformación de una tríada singular: Alberto Fernández – Axel Kicillof – Horacio Rodríguez Larreta. En efecto, los titulares de los poderes ejecutivos de la Nación, la Ciudad de Buenos Aires y la Provincia han sido los encargados de anunciarnos, en las ya tradicionales conferencias de prensa, las distintas versiones (y sus cambiantes justificaciones) del aislamiento obligatorio que comenzó en marzo.

    Los gestos de cooperación y trabajo en equipo, y el reconocimiento por haber adoptado las medidas de prevención a tiempo, permitieron que tanto la imagen del Presidente la Nación como la del Jefe de Gobierno porteño mejorasen considerablemente (no ocurrió lo mismo con el Gobernador bonaerense, probablemente por su perfil más confrontativo y algunos errores comunicacionales de su gobierno, sobre todo por parte de los funcionarios de salud).

    Sin embargo, a medida que las consecuencias sanitarias y económicas de la pandemia se hicieron más palpables, la imagen de Alberto Fernández se fue erosionando paulatinamente, luego de experimentar un salto significativo entre marzo y mayo. Tal es así, que en julio volvió a niveles que registraba antes de la pandemia.

    Vale la pena resaltar que el presidente había logrado por un par de meses desacoplarse del desgaste que en la opinión pública experimentaba su gobierno. Pero esta brecha efímera terminó cerrándose y el presidente se vio afectado por varias iniciativas de corte radicalizado que, en la práctica, constituyeron groseros errores no forzados. En particular, pero no sólo, los casos Vicentin y Edesur.

    En contraste, con Horacio Rodríguez Larreta ocurrió lo contrario. El Jefe de Gobierno logró sostener entre abril y julio una mejora en su imagen que, cómo puede verificarse en el gráfico siguiente, en relación a febrero de este año había aumentado más del 30%. En efecto, gracias a este aparente blindaje se convirtió en el dirigente con mejor imagen del país, superando incluso al propio Alberto Fernández, que ocupaba hasta el mes pasado ese lugar de indudable privilegio.

    Esto permite comprender los duros ataques del oficialismo a Horacio Rodríguez Larreta. En rigor de verdad, no son del todo nuevos. Ya en diciembre pasado, Cristina Fernández de Kirchner había apuntado contra la gestión porteña al criticar la cantidad de fondos que recibe por coparticipación: “¿Quién no quisiera vivir en la Capital Federal, donde hasta los helechos tienen luz y agua? Mientras tanto en el conurbano chapotean en el barro”.

    Esa dura crítica escondía un hecho incómodo para el peronismo: de un distrito en el que nunca logra hacer pie han surgido varios líderes con capacidad de derrotarlo electoralmente, cómo Fernando de la Rúa y Mauricio Macri. Más aún, otros dirigentes nacionales de gran influencia, cómo Elisa Carrió, consolidó su liderazgo en esta ciudad (originalmente fue electa primero convencional constituyente y luego diputada por Chaco).

    En el horizonte, el ahora senador Martín Lousteau se prepara para dar un salto a las grandes ligas, como en su momento hicieron otras dos figuras incómodas para el peronismo como Chacho Álvarez y Graciela Fernández Meijide. Y si bien es cierto que otros dos dirigentes peronistas citadinos, Daniel Scioli y el presidente Fernández, resultaron sumamente competitivos en términos electorales, ese comentario crítico de CFK le permitía empatizar con los gobernadores de su partido que, desde que los Kirchner llegaron al poder en el 2003, han perdido influencia relativa en la política nacional.

    Más aún, el propio presidente había ratificado durante los primeros meses de gestión su intención de recortar el porcentaje de recursos de la coparticipación que recibe la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, una obvia estrategia para limitar el potencial político y electoral no sólo de Larreta sino de Juntos por el Cambio. La pandemia y la necesidad de cooperación entre oficialismo y oposición postergaron esos planes, pero de ningún modo modificaron esa controversial intención.

    Más tarde, ya con el Covid dominando la agenda pública, el más que controversial Ministro de Salud bonaerense, Daniel Gollán (que evidentemente nunca profesó mayor interés por la práctica de un deporte tan popular en el país desde mediados de la década de 1970 como lo es el tenis, gracias sobre todo a la enorme influencia que tuvo Guillermo Vilas), publicó un insólito tweet señalando que la provincia era víctima de los contagios provenientes de la ciudad. Otros intendentes del conurbano se hicieron eco de semejante desatino, sobre todo para oponerse a la flexibilización de la cuarentena y al inevitable aumento de la circulación del virus, aunque la endeblez del argumento y el impresionante aumento de la inseguridad en sus distritos los obligó modificar su discurso.

    A pesar de esos antecedentes, llama la atención el grado de sincronización y empeño de las críticas que recibió el Jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires durante la última semana: pone de manifiesto que el fortalecimiento de Horacio Rodríguez Larreta incomoda y mucho al Frente de Todos.

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