La incertidumbre sigue siendo el principal dato de la pelea contra el coronavirus. La cuarentena será extendida con características que mañana terminará de discutir Alberto Fernández con Axel Kicillof y Horacio Rodríguez Larreta. La decisión de fondo está tomada: será más dura en el principal conglomerado urbano del país, aunque se teme por el cumplimiento efectivo de una sociedad en estado de múltiple agotamiento. Por eso mismo, resultará crucial el mensaje –y en eso trabaja el Presidente- más allá del pedido de un impreciso último esfuerzo. El anuncio llegará en medio de contradicciones discursivas evidentes: una apuesta al temor como rudimentario recurso para garantizar respuesta social, en contraposición con el ensayo de mostrar reactivación económica gracias a cierta flexibilidad progresiva del aislamiento.
Esas contradicciones tienen un denominador común: la preocupación por lo que algunos denominan fatiga social, combinación de los desgastantes efectos psicológicos de la cuarentena y el agravamiento de la situación económica a gran escala y en términos personales. Por momentos, a eso se agregan pinceladas de confusión desde el Ministerio de Salud, como los planteos de necesarias y mayores restricciones para “organizar” el sistema de respuesta después de cien días de aislamiento, algunos números poco claros sobre el real cuadro de capacidad del sistema de salud público y privado, y estimaciones ligeras que van desde una prolongación del aislamiento hasta la primavera o más allá, hasta la Navidad. Eso, más el contrapunto de posiciones –al menos verbales- entre la Provincia de Buenos Aires y la Ciudad.
Por supuesto, tales “desprolijidades” –según el eufemismo que circula en ámbitos oficiales- tienen origen en los temores que recorren a las autoridades nacionales, bonaerenses y porteñas. Y explican la coincidencia de todas las fuentes al menos en un punto: será decisivo el mensaje presidencial, tal vez mañana mismo, luego de la cita con Kicillof y Rodríguez Larreta.
Esta vez, dicen, el énfasis debería estar puesto en el “dramatismo” de la situación, con explicación detallada de las nuevas y duras restricciones –más allá del nombre que se le ponga a la Fase-, sobre todo en materia de transporte y con posible reducción de comercios y limitación mayor de la actividad bancaria. También, enfatizan, debería ser expuesta una perspectiva temporal, un horizonte sobre el más severo capítulo que ya estaría a la vista. No alcanzaría con un genérico llamado a no dilapidar el esfuerzo colectivo que representa la larga cuarentena, cuando al mismo tiempo se expone fragilidad frente al anunciado pico. Otra contradicción.