El innovador uso de drones y la inteligencia artificial en los conflictos armados está cambiando la dinámica militar mundial y poniendo en jaque a las fuerzas tradicionales.
En el último número de Foreign Affairs se publicó un artículo titulado “Estados Unidos no está preparado para las guerras del futuro: y ya están aquí”. Los autores son el ex Jefe del Estado Mayor Conjunto de este país, el general Mark Milley -dejó el cargo en noviembre de 2023, al cumplir su mandato de cuatro años-, y el ex director ejecutivo de Google, Eric Schmidt.
Sostienen que los drones y la inteligencia artificial son la innovación más importante que dejan las guerras de Ucrania y Gaza. Personalmente yo agregaría que las han usado también con eficacia las milicias hutíes de Yemen contra el tráfico marítimo del Mar Rojo. Argumentan que Ucrania hoy puede predecir con exactitud el lugar donde se encuentra el blanco fijado. Pero tanto este país como Rusia compiten por desarrollar tecnologías aún más avanzadas que puedan contrarrestar estos ataques.
Agregan que no es el único conflicto armado donde se está dando este proceso: en Myanmar y Sudán, tanto los insurgentes como los gobiernos, están utilizando vehículos no tripulados y algoritmos en sus combates. Ya en 2020, un drone autónomo de fabricación turca, desplegado por tropas que respondían al gobierno libio reconocido internacionalmente atacó a combatientes en retirada, siendo el primer ataque con drones realizado sin intervención humana.
Ese mismo año, el Ejército de Azerbaiyán utilizó drones de fabricación turca e israelí, junto con municiones merodeadoras, en el intento de apoderarse del enclave de Nagorno-Karabaj. En Gaza, Israel ha desplegado miles de drones conectados a algoritmos de inteligencia artificial. Dicen que las guerras futuras ya no se centrarán en quién pueda reunir más gente o contar con los mejores aviones, barcos y tanques, sino que estarán “dominadas por sistemas de armas cada vez más autónomos y algoritmos poderosos”.
Dicen que “lamentablemente Estados Unidos no está preparado para este futuro” y que sus tropas no están “adecuadamente preparadas” para luchar en un entorno en el que suele irrumpir el elemento sorpresa. Sus aviones, barcos y tanques no están equipados para defenderse de una avalancha de drones. Para Milley, el Ejército aún no ha adoptado la inteligencia artificial, el Pentágono no tiene suficientes iniciativas destinadas a rectificar estas fallas y sus esfuerzos actuales avanzan demasiado lentamente.
Al mismo tiempo, el Ejército ruso ha desplegado gran cantidad de drones impulsados por la IA en Ucrania, y en abril China anunció su mayor reestructuración militar en una década, con énfasis en las fuerzas reforzadas por la tecnología.
Los autores reconocen que hay características que no cambiarán: las tropas seguirán experimentando miedo, derramamiento de sangre y muerte. Es poco probable que esto cambie, incluso con la introducción de robots. Pero la historia muestra que los ejércitos dependen frecuentemente de su capacidad de adaptación y adopción de las innovaciones tecnológicas. Agregan que el próximo gran conflicto militar probablemente muestre la integración total de la IA en todos los aspectos de planificación y ejecución militar.
El Ejército chino ya ha creado un comando de IA que tiene autoridad suprema en juegos de guerra virtuales a gran escala. Aunque Beijing prohíbe a los sistemas de IA tomar decisiones en situaciones reales, eso podría cambiar. En cuanto a los robots, Ucrania ya ha intentado delegar en ellos tareas peligrosas de primera línea, intentando preservar su escasez de efectivos. Dicen que el uso de armas no tripuladas es esencial porque además son más baratas en comparación con el drone MQ-9 Reaper, los aviones de combate F-35 y el MQ-9. Un enjambre de drones podría “abrumar” a los sistemas de defensa aérea tradicionales.
Pero los pronósticos no siempre se cumplen, aunque lo puedan hacer parcialmente, como lo muestra el libro de Alvin Toffler de 1994, Las Guerras del Futuro: La supervivencia en el alba del siglo XXI. Se trata de un futurólogo que tuvo un rol importante en la modernización del pensamiento del partido republicano estadounidense y planteó que su clave para retornar al poder era hacerse compatible con el mundo tecnológico.
Al año siguiente de la Primera Guerra del Golfo fue convocado por el Ejército estadounidense que estudiaba cómo modernizarse en base a la experiencia reciente. Toffler trasladó a este campo su idea. En concreto planteó que la fuerza militar de Estados Unidos debía adoptar la tecnología como base de su estrategia de acción futura. Sostenía que cada era de producción económica había determinado una forma de hacer la guerra. Lo había hecho la agraria, la industrial y ahora lo haría la tecnológica. Toffler acertó con su idea central, pero no en cuanto a la extensión y dimensión de este cambio.
La guerra de hoy, como en Ucrania y Gaza, muestra que siguen existiendo formas de acción militar de la era industrial, conviviendo con otras de la tecnológica, e incluso de la agraria. Esto lo confirman Milley y Schmidt en su artículo de Foreign Affairs, al señalar que el factor humano seguirá teniendo bajas en el terreno, lo que será insustituible pese a los robots. Toffler visitó Argentina en 1995. Comenté su libro con él presente, señalando que la tecnología no iba a llegar a sustituir al factor humano en la guerra. Tres décadas después, esto se ha visto confirmado en Ucrania y Gaza, con cientos de miles de bajas civiles y militares en la primera y decenas de miles en la segunda.
Churchill en sus memorias sobre la Segunda Guerra Mundial, planteó una advertencia sobre este tema: “Los Estados Mayores se preparan para la guerra del futuro pensando en corregir los errores de la pasada”. Afirmaba también que eso suele no tener buen resultado. Dice que se fue a la Guerra de Crimea modificando errores de la Guerra Franco-Prusiana, a la de los Boers corrigiendo las equivocaciones de ésta, a la Primera Guerra Mundial modificando los errores de la de los Boers, y a la Segunda cambiando los de la Primera.
Pero los escenarios fueron distintos a los previstos, tanto por la irrupción de lo inesperado, como por las circunstancias y los imprevistos. Es decir que hay una tendencia casi inevitable a diseñar el futuro probable pensando en el pasado inmediato, y esto podría también estar pasando con la visión de Milley y Schmidt, como ya ha sucedido con los pronósticos sobre las guerras del futuro. En el caso de los conflictos recientes, la repetición del pasado fue mayor a lo esperado.
En Ucrania convivieron las innovaciones con el retorno de las trincheras y el uso intensivo de la artillería y las formaciones de infantería, con un escenario que se asemeja a la Primera Guerra Mundial, pero con los drones y la IA. En el caso de Gaza, reaparecieron métodos de la guerra medieval en los mismos lugares donde se libraron las batallas entre los cruzados y los musulmanes en los siglos XI y XII. Volvió a usarse el sitio y el túnel para vencer al enemigo, junto con las tecnologías más modernas. Pero lo importante es, como lo reconocen Milley y Schmidt en su artículo, que un mayor uso de la tecnología no anulará la importancia del factor humano en la guerra.
En conclusión: el artículo de Milley y Schmidt en Foreign Affairs plantea la dirección del cambio de la guerra en base a la experiencia que ya se da en Ucrania y Gaza, siendo el uso del drone el elemento más innovador; sostienen que las Fuerzas Armadas estadounidenses no están preparadas para el nuevo escenario, que además ya se está dando, pero reconocen que el factor humano seguirá siendo insustituible; treinta años atrás, el estadounidense Alvin Toffler pronosticaba que las guerras del futuro serían esencialmente tecnológicas; acertó en la dirección, pero no en la amplitud y extensión del fenómeno; por último, como decía Churchill en sus memorias, los Estados Mayores se preparan para la guerra de futuro corrigiendo los errores de la anterior, y la siguiente suele ser distinta a la última vivida.