Milei, el León de las redes. Por Miguel Wiñazki

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    Son tuits, memes, pelotones de youtubers que exaltan a su líder, que inmaterialmente comunican la cólera presidencial, que diseñan el espacio ciberespacial del enemigo y lo apabullan.

    En la madrugada, solos en la madrugada, las filas para tomar los colectivos empiezan lentamente a alargarse, las estaciones de tren a poblarse, los hospitales a recibir más enfermos, y así todo. Sale el sol temprano en febrero y el país diurno empieza a moverse.

    La Argentina nocturna también existe por supuesto: serenos, taxistas, guardias diversas aunque rodeado todo de más silencio y despoblado de multitudes y mientras los trabajos y los días se replican, la política se enardece entre ígneos intereses creados, discusiones digitales y cierta sensación de adictiva expectativa ante la andanada que asoma por todas las pantallas.

    Milei, el León de las redes, impera.

    Nada es fácil, y toda presunción de resoluciones sin conflictos, es desde luego refutada por la confrontación animada desde la Web.

    Más allá de eso, el presidente alude al Principio de Revelación, una variable de la teoría de los juegos y de modelos económicos complejos que concibe que ante escenarios aparentemente inmovilizados por intransigencias paralizantes, surge un camino impensado antes, un escenario favorable, que se ilumina de pronto.

    ¿Cuál sería ésta revelación?

    Hipótesis. Este gobierno prefiere enemigos curtidos y a la vista, que amigos dialoguistas parcialmente imprevisibles.

    Un naufragio político (el colapso de la ley Ómnibus en el Congreso) podría -según la visión oficial- volver visible una victoria sociopolítica.

    ¿Cuál sería el presunto éxito? La aparición, de acuerdo a la óptica presidencial, de la casta desnuda y sin máscaras.

    La casta política, según Murray Rothbard, uno de los filósofos de cabecera de Milei, es esencialmente parasitaria y vive a expensas de los sectores productivos. De esa forma y desde ese encuadre teórico, no hay negociación posible con la casta. El del Congreso entonces habría sido un final anunciado para ellos.

    Cuando la pobreza es mayúscula, Rothbard propone sustituir el distribucionismo estatal por organizaciones extraestatales religiosas o laicas que operen una caridad no interferida por agentes dependientes del Estado, no intrusada por gerentes de la pobreza que lucran con la misma, beneficiados por fondos oficiales repartidos para comprar lealtades políticas.

    Se trata -afirman- de desarmar también esa casta conformada por intermediarios o punteros políticos ofreciendo caridad a cambio de beneficios personales.

    Los pobres serían vasallos de la casta pseudo caritativa de capitanejos políticos enriquecidos con el negocio de la intermediación de planes.

    Cabe hipotetizar que los últimos acuerdos del Ministerio de Capital Humano, con Cáritas y con organizaciones evangélicas apuntaría en esa dirección.

    ¿Funcionará?

    La teoría y la práctica no suelen conjugarse sin altos cortocircuitos.

    Por lo pronto Cáritas precisó su posición y en un comunicado respaldó a los movimientos sociales, vecinales y sindicales.

    Todo convoca e invoca a la urgencia, desde el hambre, hasta la inseguridad.

    En medio de todo está la travesía teológica-política de Milei. De Israel hacia Roma y ante el Papa.

    Desde el Muro de los Lamentos hacia los profundos dobles de la Basílica del Vaticano. También pasó por la iglesia del Santo Sepulcro, donde rezó con debida introspección y solemnidad,

    ¿Habrá sonrisas pontificias hacia el presidente llevado en andas en Jerusalén entre cánticos an hebreo, o rictus sin sonrisas como ante Macri?

    El acercamiento al judaísmo de Milei no ha de disgustar al Papa; el Antiguo y el Nuevo Testamento constituyen una sola Biblia.

    Milei a su vez apuntó sin delicadeza ninguna, por decirlo de manera atenuada, a los “traidores”, un concepto recurrente en todos los textos sacros.

    Distante en ese punto de Maquiavelo que no condenaba la traición política sino que la ponderaba como una dimensión inherente a la política misma. Milei parece entroncar en cambio con una visión No política de la traición, sino en la tradición de la rigidez intransigente ante la volatilidad de la dinámica deliberativa.

    La traición no será evaluada maquiavélicamente, sino desde las fuerzas del cielo.

    Desde luego, detrás de toda deliberación se yerguen las pujas por dinero; fondos discrecionales, fondos fiduciarios no auditados y un toma y daca muy profano y en absoluto sagrado.

    Si se concibe en general al Congreso como a una Asamblea dominada por traidores, algo profundo puede cambiar en el devenir de la gestión de ahora en más: se incrementaría la autonomía presidencial respecto del Parlamento. La confrontación con los gobernadores cada vez más álgida apunta con silicio desde el oficialismo a uno de ellos; Martín Llaryora como artífice protagónico y emboscado detrás del desguazamiento de la ley Ómnibus.

    Se abrió una pulseada en la que tiemblan las manos entrelazadas en la puja por doblegarse mutuamente.

    La Argentina amanece a ignotos horizontes donde las siluetas de los nuevos habitantes del poder remueven raíces profundas de la cultura política.

    La plaza pública es ahora virtual.

    Aunque la economía es real.

    ¿Qué nos espera?

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