“Demoler a Larreta y a la República”, por Alfredo Leuco

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    Pocos recuerdan que Alberto Fernández fue, entre otras volteretas, el recaudador de fondos para la campaña de Duhalde Presidente. Ese es el nivel de confianza y amistad que ambos se profesan. Hasta hace unas semanas, Duhalde entraba a Olivos como pancho por su casa.

    Sin embargo acaba de propinarle al Presidente Fernández la crítica más dura y peligrosa que se le hizo desde que asumió. Le dijo que lo ve “grogui, como De La Rúa”.

    Es gravísimo porque De la Rúa se convirtió en un símbolo del desgobierno, con su huida en helicóptero desde los techos de la Casa Rosada y el horror de los muertos por las calles.

    Nadie puede discutir que Duhalde es peronista y es (o era hasta hace poco), amigo del presidente. Le dijo lo peor que se puede decir de un gobernante: que no gobierna.

    De todos modos, lo de Cristina es más grave y expeditivo. Porque Cristina ya demolió a Alberto y a Sergio Massa. Y ahora, va contra Horacio Rodríguez Larreta y las instituciones republicanas. Su capacidad de daño no tiene límites y por eso, no le tiembla el pulso a la hora de empujar al régimen democrático al borde del precipicio.

    Su objetivo es convertir a la Argentina en Cristinalandia, un país medieval, en el que pueda reinar. Pretende que le hagan un monumento de homenaje como la mejor y la más honrada de la historia. Pero es imposible ocultar la realidad.

    Desde lo ético, ella fue la jefa de la asociación ilícita que saqueó el estado y se enriqueció como nunca antes en la historia democrática. Y desde lo político, ella lidera el proyecto autoritario y chavista del nacional populismo feudal.

    Por eso quiere destruir a Horacio Rodríguez Larreta. Eduardo Van der Kooy en Clarín tituló: “Al pelado hay que pisarlo”. Eso fue lo que le ordenó Máximo, el príncipe heredero, a Sergio Massa que dicho sea de paso, es un amigo histórico del jefe de gobierno de la ciudad.

    A ese nivel llegó la locura de Cristina al ver cómo Larreta lidera la imagen positiva, en las encuestas. Pero el tiro le salió por la culata a los Kirchner. De un zarpazo, Alberto le rapiñó el 10% del presupuesto a la ciudad opulenta por la que siente culpa y consiguió el efecto contrario.

    Subió a Larreta al ring nacional y lo consagró como el jefe de la oposición. La respuesta de Larreta, prudente pero firme, con altura y astucia táctica, lo anotó primero en la carrera presidencial para el 2023.

    De todos modos, ni eso detiene a Cristina. Va a redoblar la apuesta contra Larreta. El próximo lunes, el senado le va a dar tratamiento veloz a una ley que encima, le quita más fondos a la ciudad.

    Dicen que quieren quitarle al Banco Ciudad los fondos que recibe para pagar los juicios nacionales. Lo quieren desfinanciar. Larreta debería construir un techo de acero porque los misiles K, van a seguir lloviendo sobre los helechos de esta ciudad. Le van a tirar por la cabeza incluso con los presos detenidos por la justicia porteña.

    Pronto avanzarán con todo lo que pueda complicarle la vida y el gobierno a Larreta. Lo quieren asfixiar financieramente para quebrarlo políticamente. Cristina debería tener cuidado. Provocar a los mansos, mojarles la oreja, puede ser un boomerang feroz.

    Todo el mundo sabe que los mansos cuando se rebelan son más duros que los duros. No vaya a ser que Larreta se enoje de verdad y por ejemplo, convoque a un millón de personas a la Plaza de Mayo.

    Ojo que la oposición a Cristina ya demostró su alta capacidad de movilización. Cristina debería pensar dos veces si insiste en jugar con fuego.

    El brillante humor editorial suele ser más gráfico que cien explicaciones sociológicas. Nik en su dibujo muestra a Larreta escuchando a un colaborador que le dice: “Ahora Cristina va por la reforma de la Marcha Peronista. Donde decía “Combatiendo al capital”, va a decir “combatiendo a la capital”.

    Alejandro Borensztein, con talento y coraje, disparó con ironía sobre ese Máximo que le dijo a Massa que hay que pisar al pelado.

    Publicó en su muy leída columna que “Sergio Massa fue hisopado y dio positivo: tiene kirchnerismo. Y como se pudo apreciar en la última sesión de diputados, no es asintomático. Se ve que Máximo, cuando le transmite las órdenes de su madre, no usa barbijo”.

    Cristina ya tiene a Alberto y a Massa en el bolsillo. Los redujo a la servidumbre y los vació de contenido. El Frente de Todos, ahora es una coalición que podría llamarse “Frente Cristinista para el Autogolpe y la Autoamnistía”. O “Agrupación Cristinista para la Liberación de Todos los Presos”.

    Para eso publicaron un meme que dice que Cristina demostró que era “una exitosa abogada porque en 9 meses logró la libertad de todos los detenidos”.

    En muy poco tiempo, Alberto redujo a cero las ilusiones que, algunos por ingenuidad y otros por negocios o por ignorancia política, habían puesto en su moderación y en su capacidad de limitar la agresividad destructiva de Cristina. Esa posibilidad, nunca existió.

    Alberto, siempre fue menos de lo mismo. Así lo definí en la tapa de mi libro que reclamaba desde su título “Juicio y Castigo” a Cristina. Y fue publicado en junio del 2019.

    Ahí, también anticipé que Alberto iba a ser el “testaferro político” de Cristina y hoy muchos lo definen como presidente testimonial o directamente como “títere”, porque el mismo lo dijo en su momento.

    Le doy un solo dato. Cuando la policía bonaerense rodeó en forma peligrosa y antidemocrática la quinta de Olivos, todo el arco político salió a respaldar la investidura presidencial de Alberto. Todos hicieron una declaración, hasta los más opositores. Todos, menos Cristina que ni siquiera apareció por Twitter.

    El desplome de Sergio Massa, está directamente relacionado a las promesas que hizo y que luego tiró por el inodoro del pragmatismo oportunista. Las redes se han llenado con esos recuerdos ingratos. Seguramente piensa: “que le hace una mancha más al tigre”.

    Pero en sus pesadillas del archivo, Massa dice eternamente: Voy a barrer los ñoquis de La Cámpora, voy a meter presos a los corruptos, jamás voy a volver al kirchnerismo y otros sincericidios muy viralizados. Pero apareció uno nuevo que es tremendo. Le preguntan porque no se queda a dar la batalla dentro del peronismo.

    Y Massa contesta: “Porque terminas mezclado con lo que vos no queres ser. Yo no me veo compartiendo una lista con La Cámpora. Entonces, a lo mejor, terminas en tu lista con gente que usa la interna para protegerse de la justicia, buscando fueros. Yo no quiero ser la recicladora de fueros de los que se escapan de la justicia”.

    Una explicación racional de lo que luego hizo con irracionalidad especulativa. Alberto y Massa fueron los peldaños en donde pisó Cristina para subir la escalera y regresar al poder para liderar este cuarto gobierno kirchnerista.

    Solo que al elegir a Axel Kicillof, cometió el primer error de una serie de torpezas que la muestran a Cristina con una gran incapacidad de gestión, como lo destacó Jorge Fernández Díaz. Hasta ahora, ella era criticada por su odio vengativo e intolerancia o por la cleptocracia que instaló.

    Pero desnudó otra gran falencia: la ineptitud. Ella necesita convertir a la provincia de Buenos Aires en un bastión de su proyecto. Pero Kicillof demostró que no tiene uñas de guitarrero.

    Tiene la provincia detonada, repleta de tomas de tierras descontroladas, de delitos cada vez más criminales, de narcos, de una rebelión policial que no supo ver ni resolver y de una pandemia que no para de generar contagiados y muertos producto de un trabajo sanitario casi inexistente.

    Se vio al gobernador y a los encargados de la salud, más ocupados en criticar la tarea de Rodríguez Larreta que en tomar medidas a favor de los bonaerenses. Nada funciona bien en Buenos Aires.

    El autor material de semejante fracaso que ya había tenido como ministro de Economía, es Kicillof. Pero la autora intelectual de ese desastre es Cristina. Ella es la madrina y la tutora del chiquito, como lo llamó en público en su momento.

    Cristina eligió a un muchacho con una formación ideológica que atrasa, que admira a tiranos como Hugo Chávez o Juan Manuel de Rosas, que nunca manejó un kiosco ni pagó un sueldo y que está paralizado por la complejidad de la administración de semejante distrito.

    Por eso cae todos los meses, en todas las encuestas y los principales enemigos que tiene son los intendentes del Partido Justicialista que lo consideran un inútil, un sapo de otro pozo.

    Como si esto fuera poco, los intendentes saben que Cristina y Kicillof preparan a sus amiguitos camporistas para ocupar sus lugares más temprano que tarde.

    Cristina intenta demoler a Larreta y a la República. Va a contramano de la historia. Atropella la Constitución Nacional. Y construye una monarquía que repudia la gran mayoría de los argentinos.

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