En el Salón de Grandes Juicios se reanudó hoy la audiencia de debate en la causa seguida contra Ian Esteban Caro, Ricardo Nahuel Bonifacio, D. R. C. y H. E. C. (menores al momento del hecho) como partícipes secundarios del delito de homicidio agravado por ensañamiento y alevosía en perjuicio de Sandra Silvia Palomo (52).
En el marco de la causa, el Juzgado de Garantías 8 dictó el sobreseimiento de L. N. C. V., quien al momento del hecho tenía 15 años de edad, por inimputabilidad.
La segunda jornada del juicio se inició justamente con la declaración de L. N. C. V., quien lo hizo en calidad de testigo. El joven (que actualmente tiene 18 años) solicitó declarar sin la presencia de los otros imputados y con el acompañamiento de su abogado.
L. N. C. V. dio su versión de lo ocurrido el sábado 31 de agosto de 2019 y los días previos. En su relato, negó haber sido el autor material del hecho y responsabilizó a H. E. C.
Contó que el jueves previo al sábado 31, H. E. C. le mandó un mensaje a través de Instagram diciéndole que tenía que “hacer algo que le habían encargado”. Y le indicó que debía ayudarlo o, de lo contrario, lo mataría a él y a su mamá.
No le aclaró de qué se trataba, solo le indicó que fuera el sábado al mediodía al supermercado VEA de Tres Cerritos.
L. N. C. V. explicó luego que había conocido a H. E. C. cinco o seis meses antes, a través de una amiga en común. El vínculo entre ambos, hasta ese momento, había consistido en enviarse mensajes a través de redes sociales, casi siempre referidos a reuniones o fiestas con amigos. El testigo dijo que no habían intercambiado números telefónicos y que no se comunicaban por whatsapp. Dijo que tenía buen concepto de H. E. C. pero que eso cambió luego de presenciar una pelea “en patota” protagonizada por el imputado y sus amigos en un boliche.
L. N. C. V. sostuvo que el mensaje enviado aquel jueves por H. E. C. lo dejó intranquilo. El sábado en cuestión, como su celular se había roto, usó el de su madre para entrar a Instagram y ver si H. E. C. se había comunicado de nuevo. Efectivamente, había un mensaje privado donde le avisaba que ya estaba en el supermercado. Él decidió ir. Eran como las 12.
Al llegar lo buscó primero en el estacionamiento pero no lo encontró. Se dirigió a la parte del subsuelo y allí estaba. L. N. C. V. dijo que el joven tenía una pistola 9 milímetros y una navaja o faca. Explicó que sabe el calibre del arma porque tiene un tío que es policía y porta una similar.
Continuó relatando que él quiso irse pero H. E. C. –que estaba “muy acelerado”- le apuntó diciéndole: “Si te vas voy a matarte a vos y a tu mamá, no me importa nada”. Y entonces le comentó que “había que matar a una señora”.
A continuación él se fue a un sector entre la escalera y el ascensor, para hacer de “campana”. Mientras estaba allí bajó una camioneta al estacionamiento. Era una Hilux gris. El testigo especificó que solo tenía la patente trasera. “Me quedé parado. Vi que la señora se bajaba. Tenía el pelo medio rubio, era delgada, no muy alta. De ahí vi que H. E. C. se le acercó y le dijo: `Dame todo´. Ella le respondió que sí y le pidió que no le hiciera nada. H. E. C. sacó la navaja y le ordenó que se siente en el asiento del conductor. Ella obedeció y él comenzó a darle puñaladas”. L. N. V. C. puntualizó luego que le asestó un puntazo en el cuello.
A continuación –siguió contando el testigo-, H. E. C. puso a la mujer en el asiento del acompañante, con la cabeza hacia abajo, y le puso encima unas bolsas de Carrefour que había en el vehículo, con mercadería, y una mochila.
L. N. V. C. sostuvo que también la cubrió con la campera que él había llevado.
A partir de ese momento –declaró el testigo- comenzó un periplo por diferentes puntos de la ciudad. Dijo que H. E. C. se sentó en el asiento trasero y le ordenó que manejara. Y así lo hizo, aunque él nunca había conducido un vehículo automático. “No encontraba dónde poner la llave. Apreté el freno, pulsé un botón y se encendió”, sostuvo.
Ante la consulta de la presidenta del tribunal, L. N. V. C. manifestó que una sola vez había manejado el auto de su mamá y que, a pesar de eso, pudo maniobrar para salir del estacionamiento.
De allí, por indicación de H. E. C., condujo por avenida Reyes Católicos rumbo a El Huaico. Pero en la rotonda que abre camino hacia la Universidad Católica, le indicó que doblara en esa dirección. Dijo que el objetivo era deshacerse del cuerpo.
Entraron a una casa sin portón, por un camino de tierra, pensando que podía tener salida por detrás, pero al comprobar que no era así, volvieron a la ruta, rumbo a El Huaico. Luego regresaron por avenida Bolivia hacia el centro y, de ahí, a la zona de la terminal de ómnibus. Pasaron por la cárcel de Villa Las Rosas y se toparon con un control de tránsito cerca de Solidaridad.
L. N. V. C. dijo que su acompañante le ordenó que hiciera una maniobra para evadirlos, por lo que condujo un trecho a contramano. De allí salieron por la ruta a San Agustín y entraron a una finca, bordeándola. El terreno estaba blando y la camioneta se quedó atascada. Él no sabía qué hacer y entonces H. E. C. habló a dos hombres que estaban trabajando para que los ayudaran a salir. Desenterraron las ruedas con sus palas y él les dio 500 pesos a cada uno. L. N. V. C. precisó que, antes de pedir auxilio, H. E. C. cargó el cuerpo de la mujer al hombro y lo puso en la caja. Dijo que lo metió por la cajuela. El testigo precisó que el otro joven arrojó tierra sobre la patente porque se había manchado con la sangre que goteaba de la caja.
Seguidamente se dirigieron a casa de H. E. C., en barrio 25 de Mayo. Eran como las 16 o 17, calculó. Ahí bajaron y el imputado sacó ropa, un escobillón, agua y se puso a limpiar el asiento del acompañante. El testigo dijo que estando allí H. E. C. lo filmó, mientras se reía, y subió el video a su estado.
L. N. V. C. aseguró que un empleado de Cable Express que estaba parado cerca vio toda la escena –incluida el agua que corría con sangre- y no intervino.
Luego de esto manejó aproximadamente diez cuadras hasta la casa de D. R. C., otro imputado en la causa. Y fue allí cuando se les unieron Bonifacio y Caro, que eran amigos de D. R. C.
L. N. V. C. aseguró que él se quedó arriba de la camioneta y desde allí escuchaba que los otros deliberaban sobre dónde dejar a la víctima. Subieron todos a la camioneta. Él como conductor, H. E. C. en el asiento del acompañante y D. R. C., Caro y Bonifacio, atrás. Se dirigieron a un descampado cerca del río Arenales. Pararon al lado de un árbol. Había un desnivel en el terreno y allí dejaron el cuerpo. El testigo indicó que D. R. C. y H. E. C. se encargaron de bajarlo de la parte trasera del vehículo. Dijo que él no intervino y que Bonifacio y Caro solo miraban.
L. N. V. C. manifestó que en el mismo lugar arrojaron su campera (manchada con sangre), las plantillas de sus zapatillas y la mochila de la víctima.
Consultado acerca del detalle de las plantillas, sostuvo que se las había sacado por la tarde en casa de H. E. C. porque se le había mojado el calzado. Dijo que el dueño de casa las tomó y las llevó.
Luego de dejar el cuerpo, subieron nuevamente a la camioneta y fueron a casa de D. R. C., en barrio Don Emilio. De allí, al estacionamiento de los departamentos de Juan Pablo II. En ese lugar Caro le hizo preguntas, averiguando entre otras cosas cuántos años tenía.
El testigo precisó que H. E. C. se había quedado con el celular de la víctima, dinero y una billetera. Dijo que había sacado todos estos objetos de un compartimiento que había en la cabina de la camioneta.
Luego de esto, D. R. C. y H. E. C. le ordenaron que los llevara a una fiesta, en avenida Tavella. El evento era en la casa de una amiga en común. Esta vez, Caro y Bonifacio no los acompañaron. L. N. V. C. condujo una vez más hasta el lugar indicado. Al llegar, los dos jóvenes se bajaron y H. E. C. le dijo que se deshiciera de la camioneta, que él vea cómo hacerlo. Y volvió a advertirle que lo mataría si no obedecía.
A partir de allí –según relató el testigo- se quedó solo con el vehículo. Fue hasta su casa, luego a casa de su abuela y al domicilio de una compañera del colegio (con la intención de contarle lo sucedido, aunque finalmente no lo hizo).
Dejó estacionada la camioneta cerca de la casa de su abuela y se fue a la suya, que queda a la vuelta.
Al día siguiente –domingo- tenía un almuerzo familiar en lo de su abuela. Su mamá lo mandó a comprar asado y vio a un policía custodiando el vehículo de la víctima. Más tarde llegaron peritos del CIF.
El lunes a la madrugada golpearon la puerta de su casa. Era el personal de la Brigada que iba a buscarlo.
L. N. V. C. aseguró que él nunca dijo que había matado a Sandra Palomo. Sostuvo que el personal policial que lo trasladaba lo instigaba diciéndole que él era el autor, que se hiciera cargo.
Para la segunda jornada del juicio también estaba prevista la declaración de familiares de la víctima y de personal policial.
La audiencia se realiza con tribunal colegiado integrado por los jueces Norma Beatriz Vera (presidenta), Roberto Lezcano y Maximiliano Troyano (vocales). La audiencia se desarrollará hasta el 23 de junio.
El 31 de agosto de 2019 Sandra Palomo salió en su camioneta a hacer compras en un supermercado y no regresó, por lo que familiares realizaron la respectiva denuncia. Su cuerpo fue encontrado el mismo día en una zona rural sobre calle Gato y Mancha, próximo al río Arenales.