Mientras la mayoría de los países todavía estudia la estrategia a seguir en la reapertura de las escuelas, cerradas por la pandemia de coronavirus, el ejemplo de Israel, uno de los primeros países en reanudar la actividad escolar “ilustra los peligros de moverse con demasiada precipitación”, asegura un artículo de The New York Times.
El manejo de la pandemia por parte de Israel se consideró exitoso al principio. Entre otras medidas, el país hebreo cerró las escuelas a mediados de marzo e introdujo el aprendizaje remoto para sus dos millones de estudiantes. Sin embargo, a mediados de mayo, envalentonado por la caída de las tasas de infección y deseando reanimar una economía devastada, el Gobierno israelí reabrió por completo los centros escolares.
En cuestión de días, el virus se extendió a las casas de los estudiantes y luego a otras escuelas y vecindarios, infectando a cientos de estudiantes, maestros y familiares, detalla el diario.
Fuera de las escuelas, el coronavirus regresó con fuerza, con unas 800 infecciones diarias a finales de junio y más de 2.000 un mes después.
Danniel Leibovitch, director de Gymnasia, explicó en declaraciones a The New York Times que hubo “una euforia general” en la sociedad, “la sensación de que habíamos afrontado bien la primera ola y que había quedado detrás de nosotros”, algo que, “por supuesto”, no era cierto, asegura.
El Ministerio de Educación había emitido instrucciones de seguridad para los centros educativos, incluido el uso de mascarilla para los estudiantes de cuarto grado y cursos superiores, la apertura de ventanas, el lavado frecuente de manos y la distancia de seguridad. Sin embargo, en muchas escuelas israelíes el distanciamiento físico necesario resultó imposible, de manera que algunas autoridades locales ignoraron las reglas. Además, cuando en el país se registró una ola de calor, el Gobierno, en vez de cancelar las clases, eximió a todos de usar mascarillas durante cuatro días y permitió cerrar las ventanas para utilizar el aire acondicionado.
De manera que la reapertura precipitada de los centros educativos “fue un gran fracaso” y, “definitivamente”, otros países “no deberían hacer lo que hemos hecho”, sostiene en declaraciones al diario Eli Waxman, profesor del Instituto de Ciencia Weizmann y presidente del equipo que asesora al Consejo de Seguridad Nacional de Israel sobre la pandemia.
“Si hay un número bajo de casos, existe la ilusión de que la enfermedad ha terminado”, pero es una “completa ilusión”, apunta, por su parte, Hagai Levine, profesor de epidemiología en la Universidad Hebrea y la Escuela de Salud Pública Hadassah.
Levine explica que “el error en Israel” fue que, si bien puedes abrir el sistema educativo, “tienes que hacerlo gradualmente, con ciertos límites, y debes hacerlo de una manera muy cuidadosa”.