Todos quieren vacunarse. Por Mónica Gutiérrez

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    En medio de las tensiones internas de la coalición de gobierno, la falta de dosis suficientes para sostener sin interrupciones el plan nacional de inmunización sigue generando incertidumbre.

    Algunos altos referentes del oficialismo han comenzado a deslizar un sorprendente argumento en orden a justificar el retaceado ingreso al país de la vacuna Sputnik V, por ahora la única disponible. Sostienen que el envío de las dosis se ralentizó como consecuencia de la “mala prensa” que, ya se sabe, se atribuye a los denominados medios hegemónicos en tándem con la oposición política. Nunca el cinismo pegó tan bajo. La culpa es siempre de otro.

    Suponer que Vadlimir Putin o sus funcionarios están pendientes de nuestros barullos suena por lo menos disparatado. Está claro que Gamaleya, el laboratorio ruso, enfrenta, como buena parte de las farmacéuticas, dificultades para la producción a escala masiva de las remesas comprometidas. En tal caso, la demanda de la presentación de los papeles que respaldan la efectividad en fase III, y su inmediata publicación en The Lancet, lejos de perjudicar a los rusos, logró ubicar el desarrollo en la vanguardia del momento.

    El razonamiento en cuestión va en línea con los dichos de Axel Kicillof: “Estamos derrotando la campaña anti vacunas”. Se sumó también esta semana a la susodicha cantinela, la sobrecogedora exposición de Alberto Fernández en la que dijo haber pasado de ser un “envenenador serial” a alguien a quién le piden “más veneno”. Teléfono para Lilita.

    Estas rutilantes exposiciones, que emparentan la campaña de vacunación con una cruzada cuasi bélica, distraen de la cuestión de fondo: la falta de vacunas suficientes para sostener sin interrupciones un proceso que es indispensable y urgente.

    La cruda realidad indica que aún en el peor momento de lo que el gobernador llamó “la campaña del miedo y el sabotaje” las dosis no alcanzaron ni siquiera para quienes estaban decididos a ser inoculados sin reparo alguno por encontrarse en la primera línea de exposición al virus. Hasta el viernes el total de lo recibido a nivel nacional alcanzaba las 1.240.000 dosis.

    La página oficial dice que al 12 de febrero hay 367.665 personas vacunadas con la primera dosis, de las cuales 222.185 ya recibieron la segunda aplicación.

    El personal de salud a nivel nacional asciende a aproximadamente 800.000 personas. Es fácil sacar cuentas de cómo venimos. En este contexto se espera que la llegada en el día de ayer de otras 400.000 dosis permita retomar la acción. En cualquier caso estamos a años luz de los 15 millones anunciados por el Presidente en los primeros días de diciembre.

    Una cosa es disponer de las vacunas en cantidad suficiente y otra llevar adelante la campaña de inmunización, advierten los especialistas. Son dos desafíos diferentes que pondrán a prueba a nuestros funcionarios. Lo primero demanda visión y capacidad de negociación política, lo segundo es infinitamente más complejo y requiere logística, organización y rigor.

    Los intendentes de los distritos más populosos del Gran Buenos Aires están inquietos. Un evidente fastidio empieza a enturbiar la ya compleja relación que mantienen con el Kicillof. Muchos de ellos aseguran que la utilización política de la campaña vacunatoria ha comenzado a embarrar la cancha y temen quedar rezagados. Los perturba el efervescente voluntariado de “La Cámpora” que munido de pecheras identificatorias planta mesa en escuelas, edificios municipales y plazas públicas inscribiendo a la gente con impronta militante.

    El enojo emparenta a los jefes comunales tanto del oficialismo y de la oposición. Dicen que Kicillof se niega a trabajar en equipo con los intendentes, que se encierra en su desconfianza y que pretende capitalizar políticamente la campaña. Alegan tener estructura propia para inscribir y vacunar, y cuestionan que no se aprovechen los recursos disponibles para abrir paso al marketing y cotillón vacunatorio de la agrupación K.

    Vicente Lopez ofreció vacunar en sus veinte centros de atención primaria pero la propuesta fue rechazada. A Macri, como a buena parte de sus pares de la oposición, le hace mucho ruido que a la gente se le pidan datos personales que nunca fueron requeridos para vacuna alguna. Sospecha que serán usados para reclutar votantes. Desde la provincia se insiste en concentrar el operativo en el Ministerio de salud comandado por Daniel Gollán, desplazando a los alcaldes, y vacunar en las escuelas.

    Las 1.600 dosis recibidas en el distrito de Jorge Macri resultan insuficientes para proteger al personal de salud municipal. Médicos y personal de los sanatorios y clínicas privadas quedan a la espera.

    Son varios los intendentes que han comenzado a desmontar las escuelas que prepararon con freezer, refrigeradores y grupos electrógenos en orden a inocular entre enero y febrero.

    La demora en la llegada de las vacunas y el inicio de las clases presenciales obliga a recalcular. No se comprende cómo podrían convivir en el día a día la llegada escalonada de los chicos con las largas colas de los que van por la inmunización.

    En el caso de Morón, de las seis escuelas preparadas con esquemas especiales de logística y seguridad solo quedarán afectadas dos. Ahora se sale a contrarreloj a reacondicionar otros espacios para recibir las largas colas de los interesados en recibir el demandado pinchazo. El proceso es demasiado complejo como para andar poniendo y sacando. La improvisación puede salir muy cara.

    En el distrito que comanda el oficialista Lucas Ghi se recibieron solo 3.300 primeras dosis, la cobertura alcanza a algo menos del 50% de los que trabajan en salud. Con 55.000 anotados, esperan ansiosos una pronta entrega para poder continuar. A Tigre llegaron menos, apenas 400.

    Axel Kicillof presenta como un logro a festejar el dato de que de casi dos millones de bonaerenses se inscribieron manifestando su decisión de recibir la vacuna. Los que se anotaron están en lista de espera, como el resto de los argentinos.

    Todo un revuelo sin sustento alguno. Una cosa es inscribir y otra muy distinta es vacunar. Por el momento solo está ocurriendo lo primero. La vacunación propiamente dicha sigue en modo expectativa.

    Las autoridades sanitarias de la provincia de Buenos Aires llevan vacunadas 139.878 personas, de las cuales 79.895 recibieron ya la segunda dosis.

    Detrás de la refriega política por los vacunatorios se esconden otras tensiones, otras escaramuzas. Son las que tienen que ver con la disputa de poder al interior de la coalición gobernante. Los más ácidos sostienen que Kicillof le hace el aguante a las pretensiones de Máximo Kichner y facilita en todos los frentes el avance camporista.

    La idea de colocar al heredero K en la titularidad del PJ provincial a fines de marzo choca con la manifiesta reticencia de Fernando Gray, actual titular del justicialismo. Gray debería renunciar y llevarse consigo a todos los consejeros para permitir la llegada en patineta de Máximo. El hombre literalmente “se plantó” y no está dispuesto a ceder un solo día de su mandato.

    “La Cámpora nos hace internas en todos los distritos”, refunfuñan por los rincones. Gray resiste la atropellada con el apoyo moral de algunos pocos de sus pares pero en el espacio de los no K se imponen el miedo y la sumisión. Subordinación y valor para mantenerse bajo del solcito del poder. Alberto Fernández ya se expresó a favor del vástago presidencial.

    Esta semana cierra con un hecho poco usual en los turbulentos tiempos que vivimos.

    La crema del empresario aplaudió al Ministro de Economía. Martín Guzmán dijo lo que querían escuchar y sumó un toque de aire fresco a la por momentos irrespirable burbuja en la que se cocinan las decisiones de la política económica. Los consultados aseguran que la exposición fue impecable, que todo sonó muy bien y que se lo reconoce bien intencionado. Resta saber si podrá atenerse a los expuesto y avanzar hacia los objetivos presentados. Temen que la irrupción de algún correctivo baje desde el Instituto Patria.

    El bálsamo vino a suavizar las cáusticas advertencias presidenciales. Las admoniciones que pusieron al campo en estado de alerta también fueron aplacadas por la bajada de tono en torno al incendiario tema de las retenciones.

    El tema de la vacuna está en el centro de las preocupaciones. Ahora todos quieren vacunarse.

    Los empresarios demandan cobertura para los que trabajan en las líneas de producción. Con una constante del 20% del plantel presencial ausente por razones relacionadas con el COVID temen que la situación se complique. Los gremios docentes también esgrimen su condición de “esenciales” para adelantarse en el listado.

    La habilitación a quedarse en casa contra la sola presentación de declaración jurada a los empleadores para quienes no tengan con quien dejar sus chicos sin escuela presencial es otro tema que augura polvareda. No viene fácil el 21.

    Eramos pocos y se sumó María Romilda Servini de Cubría. “Si no vacunan al personal, yo no hago la elección”, declaró la jueza Federal con competencia electoral en la ciudad de Buenos Aires.

    La postergación de las elecciones ya es casi un hecho. En el Gobierno se habla de hacer las PASO sobre mediados de octubre y las legislativas de medio término avanzado noviembre. Eso siempre y cuando no se termine imponiendo la revulsiva propuesta de Maximo Kirchner de unificar las dos fechas electorales en una sola jornada. Una suerte de ley de lemas a la atropellada. Un método ya probado de perversa distorsión de la voluntad electoral. Otra trifulca en puerta.

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