“Más miedo a Insfrán que al Covid”, por Alfredo Leuco

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    Jamás voy a olvidar este audio terrorífico y fachista. ¿Se acuerda? Es una nenita de 7 años que termina haciendo la ve de la victoria en un acto político en la pequeña localidad de Tacaaglé. Ustedes escucharon.

    La chiquita llama “Mi gran capitán a Gildo Insfrán y dice que hay que votarlo porque el genera trabajo e igualdad. Es justamente lo que no hay en Formosa: ni trabajo ni igualdad.

    Pocas veces se vio algo tan jurásico y reaccionario. Adoctrinamiento y culto a la personalidad. Jorge Lanata dijo que si algún día está en sus manos modificar el código penal, a este delito le daría diez años de cárcel. Firmo al pie. Esto define la calaña del personaje que gobierna Formosa con mano de hierro.

    Por eso no me sorprende que muchos formoseños no se quieran hisopar. Es que le tienen más miedo al gobernador Gildo Insfrán que al virus de la pandemia. Es tan grave el maltrato que reciben en los llamados “Centros de Aislamiento” que el senador Luis Naidenoff los rebautizó como “centros de privación de la libertad”.

    Y además, el legislador de Juntos por el Cambio, presentó un habeas corpus colectivo por el “hacinamiento y las condiciones inhumanas” a las que son sometidas las personas que son internadas en esos lugares.

    El que más repercusión tuvo, es el estadio Cincuentenario. Allí se pudieron ver las protestas y las quejas desesperadas de gente que amenazó incluso con la posibilidad de prender fuego a los colchones. Un comportamiento carcelario en un lugar que se parece más a una prisión que a un sanatorio.

    El personal médico se niega a dar a conocer su identidad, los baños comunes son un foco de contagio, no hay suficiente distancia social y los tachos de basura desbordan nauseabundos.

    El bloque de diputados nacionales de Juntos por el Cambio exigió que el Secretario de Derechos Humanos, Horacio Pietragalla, explique esta irracionalidad en el Congreso y en forma inmediata.

    La doctora Elisa Carrió reclamó la intervención federal de la provincia porque denunció que “hay gravísimas violaciones a los derechos humanos” y que ante la queja de los aislados, se apeló a la represión de las fuerzas de seguridad.

    Carrió aseguró que las condiciones de esos lugares “violan el tratado sobre la tortura y el derecho a circular” y que por eso va a exigir que representantes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos realicen una inspección en el feudo de quien es conocido como el “Alfredo Stroessner formoseño”, en referencia al dictador que reinó durante 35 años en Paraguay.

    Es casi imposible que Alberto Fernández ordene una intervención porque varias veces puso al gobernador Insfrán como “un ejemplo del modelo de funcionario que pretende para toda la Argentina”. Al escuchar semejante despropósito me dio ganas de gritar: “Socorro¡¡¡ o Argentinos, a los botes”.

    El Estado policíaco de Formosa mezcla en estos centros a personas que tienen distinta situación. Algunos están padeciendo en el cuerpo la maldición del Covid 19 y otros no tienen síntomas e incluso algunos, tienen resultados negativos. Pero siguen ahí y nadie les da explicaciones.

    Bajo ese mismo techo hay mujeres, niños, ancianos, muchachos. Las mujeres duermen vestidas por temor a los abusos y no existe la palabra intimidad ni el respeto por la privacidad. Y las personas son llevadas sin su consentimiento, en contra de su voluntad, con la amenaza de acusarlas de cometer un delito.

    Y, encima, es la única provincia donde los laboratorios privados no están habilitados para hacer el PCR. En el mismo lodo, todos manoseados. Graciela Neme es una concejal que fue electa en las listas del peronismo y que hizo una denuncia penal contra Gildo Insfrán y el ministro que mayores responsabilidades (o irresponsabilidades, mejor dicho) tiene en todo esto.

    Naidenoff asegura que se “violenta a dignidad humana y el derecho a la salud física, psíquica y moral. Se implementan medidas de un estado de sitio sin ponerle ese título”.

    La primera exigencia es que se permita a los ciudadanos realizar la cuarentena correspondiente en sus domicilios en línea con las recomendaciones de los expertos más rigurosos en la materia.

    Pero Insfrán no escucha porque es un autoritario hecho y derecho. Ya estuvo en boca de todos con un fuerte repudio democrático y republicano cuando prohibió la entrada a la provincia a muchos de sus habitantes y los condenó a quedar varados en la ruta, abandonados, a la buena de Dios. Tuvo que intervenir la Corte Suprema de Justicia para que se terminara esa salvajada.

    La concejal Neme dijo que Insfrán “tiene la suma del poder público y no existe el estado de derecho”. Es que maneja la provincia como si fuera de su propiedad.

    Insfrán comete delitos de lesa indignidad. Utiliza la policía antimotines como una fuerza de choque para disciplinar a los ciudadanos. Y los tratan como si fueran delincuentes y, en realidad, son pacientes que padecen situaciones aberrantes.

    En su momento, la indignación se multiplicó cuando Alberto Fernández llenó de elogios a Gildo Insfrán. Lo trató como si fuera un estadista y es un señor feudal que hace 33 años está en el poder, 25 como gobernador y 8 como vice.

    Formosa es una de las provincias más pobres que supera en 6 puntos al promedio nacional. Es uno de los distritos con mayor exclusión, con fuerte presencia narco y con un altísimo grado de clientelismo y autoritarismo.

    El presidente Fernández abrazó, besó sin barbijo y habló maravillas de Insfrán como gobernante y como ser humano. “El no sabe todo lo que lo valoro, respeto y quiero”, dijo Alberto.

    Un romance incomprensible. Un tiro en los pies que se pegó Alberto. Y encima se prestó para todas las gastadas en las redes cuando dijo que “hay que darle tiempo para poner de pie y arreglar Formosa”.

    ¿Más tiempo todavía? Con 33 años no le alcanzó. ¿Poner de pie a Formosa? Gildo mantiene a la provincia postrada, en la lona, o debajo de la lona. Esa actitud del presidente dio vergüenza ajena. Si este es el modelo de político que Alberto elige está muy lejos de ser como dijo un “liberal progresista”, como se auto percibió en una entrevista.

    Gildo se formó en el peronismo derechoso y violento que, en los 70, hacía caza de brujas contra la Juventud Peronista que Cristina pretende representar. Con Insfrán fue sepultada la alternancia. Se siente dueño de la provincia. Es un ejemplo de personaje antidemocrático y nada transparente.

    Alberto podría haber elogiado a Gustavo Béliz o Vilma Ibarra que nunca patotearon a nadie ni tienen ninguna causa por corrupción, o a alguno de los gobernadores justicialistas de la nueva generación. Pero no. Apostó a lo peor de la historia del pejotismo.

    Gildo somete a los medios de comunicación con pauta publicitaria y con látigo y persecución a los que se atreven a hablar. Gana las elecciones por paliza porque la sumatoria de empleados públicos, 7 de cada 10 personas trabajan en el estado, planes sociales que reciben la mitad de las familias y paraguayos que hace cruzar al solo efecto de votar y cobrar un plan lo hace prácticamente invencible desde el llano.

    El mismo modelo que los Kirchner instauraron en Santa Cruz. Chavismo antes de Chávez. Gildo no se privó de nada. Reformó la Constitución para que la reelección fuera indefinida. Es una especie de Francisco Franco del litoral, o un monarca que se hereda a si mismo.

    Formosa es donde más creció la droga decomisada y por lo tanto es donde más creció la presencia de la droga durante la docena de años del kirchnerismo.

    Gildo Dino Insfrán, fue fanáticamente menemista, duhaldista y también se verticalizó ante Néstor y Cristina. Hoy es el emblema del peronismo más retrógrado y violento. Varios asesinatos de integrantes de la comunidad Qom lo confirman. Cada tanto se descubre una pista clandestina donde bajan aviones con cargas ilegales.

    Contrabando y crimen organizado, mafias narcos y reducción a la servidumbre de los más humildes. Muchísima mortalidad infantil y casi nada de actividad privada.

    Esa es la fórmula Gildo. El caudillo jurásico Insfrán es un delincuente que le pagó 8 millones de pesos a Alejandro Vandenbroele para que lo asesorara en la refinanciación de la deuda de la provincia con la Nación. Eso solo ya es delito porque no puede intervenir una consultora privada entre dos organismos públicos.

    El ministro de Economía que debía favorecer a Insfrán con la refinanciación era Amado Boudou. ¿Lo conoce, no? Otro atorrante y malandra de estado. La factura que Vandenbroele le dio a Formosa era la número 3 y las dos anteriores habían sido anuladas en el formulario.

    The Old Fund, en ese momento, no tenía empleados ni experiencia en el tema. Pero mágicamente la refinanciación se hizo. Formosa pagó casi 8 millones pertenecientes a su pueblo.

    Alejandro, el empleado de Boudou, fue al banco cobró el cheque, lo transformó en dos millones de dólares y se los llevó en una valija. Y de inmediato devolvió como parte del retorno de la coima, dos millones de pesos a Martin Cortes quien en ese momento era presidente del Banco Provincial.

    La causa está repleta de pruebas. Pero como si esto fuera poco, Vandenbroele, como arrepentido dijo textualmente ante la justicia: “lo primero que hice para Amado Boudou fue cobrar la coima del gobierno de Formosa. En la repartija me tocaron 200 mil dólares”. No haré más preguntas, señor juez.

    Insfrán es el Patrón del mal de Formosa. La democracia amañada no pudo parir todavía la república y esta causa tan grave que involucra a un gobernador y al ex vicepresidente sigue tramitando con una lentitud claramente cómplice. Es que fue prácticamente un asalto a mano armada y cara descubierta.

    Todos queremos verlos presos. O por lo menos que Dios y la patria se los demanden.

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