Hace 7 meses, los militontos K me hicieron el mismo favor que ahora. Me convirtieron en Trending Topic. Me insultaron en las redes porque en mis intervenciones nombro demasiado a Cristina Elisabet Fernández de Kirchner.
El gobierno de los Fernández, fracasa exitosamente en todos los planos y no sabe cómo evitar las peleas que hay en la cima del poder de esta tercera presidencia de Cristina, como dice Roberts.
Sin embargo sus fanáticos, en lugar de estar preocupados y ocupados en encontrar las soluciones a semejante desastre, se distraen con presuntas burlas a los periodistas independientes.
Una actriz y un cantor, casi retirados y varios para periodistas mercenarios, le dieron manija a un video que editaron con el programa del sábado de Juanita Viale.
Intentaron ridiculizar a Jorge Fernández Díaz, Laura Di Marco, mi hijo Diego y yo por referirnos tantas veces a la exitosa abogada que nunca ganó un juicio pero lo perdió varias veces.
La manada obsecuente y verticalista empujó para el mismo lado y logró, una vez más, convertirme en Trending Topic. Eso significa que mi nombre y apellido, en un momento, apareció primero en la tabla de posiciones de los temas que más se estaban hablando en Twitter.
Fue un tiro por la culata que le salió a los cristinistas más agresivos. Le aclaro que ya estoy acostumbrado a que los grupos de tareas K en las redes, me insulten de arriba abajo y mientan descaradamente sobre mi vida y mi trabajo. Tengo el cuero duro y lo tomo como parte de mi oficio.
Me molesta que sean cobardes y anónimos, pero nada más. Yo doy la cara, estampo mi firma, y en cada opinión, pongo en juego los niveles de audiencia, mi relación con los dueños de los medios donde trabajo y, fundamentalmente, mi credibilidad. ¿Se entiende?
Me recontra banco todas las críticas pero las únicas que valen son las que tienen nombre y apellido. Las que tienen el coraje de no ocultarse detrás de una capucha cibernética. Pero insisto, ya estoy acostumbrado a las injurias permanentes.
La brigada tuitera de Cristina salió a castigar duramente pero, muchos de los miles de oyentes o televidentes que me quieren y apoyan la manera en que ejerzo mi oficio, salieron a contestarles y a defenderme. Eso hizo que me convirtiera en Trendig Topic.
Fue tanta la gente que me defendió que me siento obligado a hacer algunas reflexiones al respecto. Una parte de los que dicen estos muchachos es rigurosamente cierta. Soy uno de los más duros críticos de Cristina.
Me enorgullezco de eso y de que le moleste a los defensores del nacional populismo corrupto. Me siento orgulloso de lo que me acusan. Es verdad que aunque haya pandemia, yo no aflojo mis críticas a Cristina. Es verdad que mantengo esa coherencia y esa línea sin que me importe quien gobierne.
No quiero hacer autobombo, pero analizar con crudeza y sin eufemismos la gravedad de las acciones de Cristina cuando está en el llano, es fácil. Lo complicado es hacerlo mientras ella está en el poder. Lo hice durante sus dos presidencias y lo hago ahora que es vice presidenta.
Por supuesto que eso tiene costos de todo tipo para mí. Pero siento que esa es la manera más auténtica de jerarquizar este oficio que tanto amo. Los periodistas debemos ser abogados del hombre común y fiscales del poder. De todos los poderes. Del político y el económico.
Por supuesto que no me fijo quien está en el gobierno para hacer mis comentarios, aun los más duros. Sería un oportunista o un especulador o un pecho frío si bajara el tono porque Cristina está en el poder.
Ya hay demasiados periodistas y medios que por convicción o por dinero le chupan las medias a Cristina o miran para otro lado y se hacen los boludos. Yo puedo estar equivocado, pero mantengo mi pensamiento y mis valores. No me doy vuelta.
No soy una veleta ni un panqueque. Si no les gusta lo que digo no me escuchen o no me vean. Pero es ridículo que me critiquen por ser coherente.
¿Y sabe porque editorializo en forma permanente y con una valoración tan negativa a Cristina? Lo dije varias veces y lo voy a seguir diciendo en el futuro. Lo escribí en un libro que fue muy vendido.
De arranque, desde la tapa, digo “Juicio y castigo”, con la foto de Cristina. “El autoritarismo K, la fracturas social expuesta que resucitó el odio, mega corrupción de estado y profanación de los derechos humanos”. Es apenas un resumen de lo que pienso y despliego en el libro y todos los días en mis columnas.
El análisis político que hago es que Cristina, es la persona que más daño le causó a la Argentina y la que más daño le sigue causando. Y como si esto fuera poco, no es una dirigente marginal.
Todo lo contrario, tiene un caudal electoral con un piso del 25% de los votos y una tropa muy organizada entre los jóvenes de La Cámpora, los actores militantes y los servicios de inteligencia que fueron sembrados de espías dedicados a armar operaciones en contra de los periodistas independientes y de los dirigentes opositores.
Por eso me dedico tanto a Cristina. Porque estoy convencido que la Argentina va a poder salir adelante y tener más justicia y más libertad cuando la ex presidenta sea reducida a una expresión partidaria minoritaria y testimonial.
Pero hoy Cristina es muy poderosa y casi siempre decide el rumbo del gobierno de Alberto Fernández. Lo presiona. Lo corre por izquierda y Alberto cede cada vez más. Trato de ser un periodista que defienda valores éticos.
Y Cristina está a las antípodas de mi pensamiento. Fue la jefa de la asociación ilícita que saqueó al estado y multiplicó la semilla de la grieta que había sembrado su marido Néstor Kirchner.
Disfraza su discurso para fingir ser una revolucionaria antimperialista que está con el pueblo y ella y su familia y sus testaferros son magnates que tienen propiedades en Puerto Madero, La Recoleta y Calafate. Nunca quiso ir a vivir a La Matanza pese a que el intendente le dijo varias veces que ese distrito era “su casa”.
El nivel de hipocresía y agresión de Cristina la convierte en una chavista K. Y está claro que me parece preocupante y nefasto para el futuro de la Argentina que haya gente como ella, que nos quiere convertir en Venezuela.
De hecho Cristina, que empezó a defender los derechos humanos muy pero muy tarde y en forma oportunista, no dice una palabra de los presos políticos y torturados por la narco dictadura de Maduro.
Ella, sus hijos y su estado mayor, creen que Cuba es un paraíso, pero no dicen una palabra de los presos de conciencia ni de los perseguidos por ser disidentes o por ser homosexuales que llenan las cárceles o se van al exilio para siempre.
Cristina hoy conduce el operativo “Venganza e Impunidad para todos y todas”. Para eso, colocó a sus soldados en lugares claves donde pueden manejar suculentas cajas y/o presionar o extorsionar a jueces y fiscales.
La consecuencia es que están saliendo todos los funcionarios y mafiosos presos y van a seguir saliendo. Incluso los que tiene condenas ratificadas por las instancias superiores, como las del malandra de estado, Amado Boudou.
Es que son implacables. No tienen estómago y se mueven con una crueldad propia de los mesiánicos que se ven a sí mismos como salvadores de la patria. Cristina odia al periodismo. Es un odio ciego, sin límites, absolutamente irracional.
Cristina es la principal enemiga de los medios de comunicación independientes. Si pudiera, los borraría de la faz de la tierra.
Desde el origen de la dinastía Kirchner, en Río Gallegos, tanto Néstor como Cristina montaron un plan sistemático para comprar a los periodistas corruptos y para castigar a los cronistas independientes que no se vendieron ni se callaron. Hay cientos de ejemplos.
La imagen del látigo o la billetera fue muy utilizada porque ilustra muy bien la calaña de estos totalitarios que están en el poder por cuarta vez. En democracia, nadie hostigó ni atacó tanto a los trabajadores de prensa.
Morales Solá tuvo el coraje de definir a Cristina como “un elemento tóxico para la democracia que quiere exterminar al periodismo” y recordó que fue el mismísimo Alberto Fernández, el actual presidente “testigo”, el que denunció a Cristina por espionaje, porque le habían “pinchado los teléfonos”.
Le descubrieron una reunión reservada que había pactado con Julio Cobos, el vicepresidente de entonces. Les voy a dar una primicia a los amanuenses de Cristina: yo no soy el que más la critica. El más feroz y recurrente fue un tal Alberto Fernández, no se si lo ubican.
Trabaja aunque a veces no ejerce, de presidente. El le dijo de todo a Cristina. Agresiones y faltas de respeto que yo jamás me atrevería a decir. Por ejemplo, le dijo delirante y sicópata.
Mis críticas son producto del análisis político y no creo que en la Argentina se haya instaurado el delito de opinión. Por lo menos por ahora. Mientras tanto seguiré diciendo lo que siento y lo que pienso sin ningún tipo de auto censura.
No me dejo intimidar. No me arrodillo ante nadie y no me interesó jamás hacer arrodillar a nadie. Creo firmemente, como dijo San Martín, que el grito de una sola persona se escucha más que el silencio de miles y que a todo puede renunciar el hombre sin dejar de ser hombre, a todo puede renunciar, menos a la libertad.